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DR. J"OSE GREGOR[O HERNANDEZ 263 Santa Teresa nos dió la descripción de tales estados, hecha con mano maestra en habiendo acabado de salir de uno de ellos: "Lo que yo pretendo declarar es, qué siente el alma cuando está en esta divina unión. . . Estando así el alma buscando a Dios siente con un deleite grandísimo y suave casi desfallecer toda con una manera de desmayo, que le va faltando el huelgo, y todas las fuerzas corporales, de ma– nera que si no es con mucha pena, no puede aun menear las manos: los ojos se le cierran sin quererlos cerrar; y si los tiene abiertos no ve casi nada; ni si lee acierta a decir letra, ni casi atiende a conocerla bien; ve que hay letra, mas como el entendimiento no ayuda, no -sabe leer aunque quiera; oye rnas no entiende lo que oye. . . Hablar es por demás, que no atina a formar palabra. . . El deleite exte– rior que se siente es grande y muy conocido". "Ahora vengamos a lo interior de lo que el alma siente; dígalo quien lo sabe, que no se puede entender, cuanto más decir. Estaba yo pensando cuando quise escribir esto, qué haría el alma en aquel tiempo. Díjome el Señor estas pala– bras: Deshácese toda hija, para ponerse más en mí, ya no es ella la que vive, sino yo: como no puede comprender lo que entiende, es no entender entendiendo. . . Se pierde la memoria ... La voluntad debe estar bien ocupada en amar .. . el entendimiento si entiende, no se entiende cómo entiende .. . "Queda el alma desta oración y unión con grandísima ernura". Es preciso leer los capítulos enteros de su Vida en que trata de esos estados místicos, para maravillarse de las gran– dezas de la oración sobrenatural y juntamente convencerse de que no ofrecen ni siquiera parecido remoto con los es-

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