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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 261 y apetecible; en ese género de vida son indispensables to– das las virtudes en grado no común en lo general, y para alcanzar la verdadera santidad, la que demanda el honor de los altares, en grado heroico. Nuestra Santa las tuvo todas en ese grado y por ello su santidad resplandece en la Iglesia. Y entre todas las virtudes es sobresaliente en ella, precisamente la que es im– posible para el histérico: la sinceridad. La señal más cier- cienes más o menos forzadas; después entran en convulsiones de la totalidad del cuerpo, a las cuales sigue un estado tetánico interrumpido por alucinaciones variadas. "Pasadas las crisis extáticas, el enfermo se encuentra. en un estado de profunda degradación mental, del cual sale lentamente y entonces recobra aquel humor excéntrico y frívolo que ya hemos señalado. "Es una enfermedad de las personas jóvenes o a lo menos empieza a presentar las primeras manifestaciones en la juventud. "Contemplemos ahora el grandioso espectáculo de la vida de los santos; y escojamos a Santa Teresa de Jesús como el caso más conve– niente para este fin, porque es ella la que con más frecuencia ha sido calificada como enferma de histerismo. "La santa pasó su primera juventud entregada a las prácticas usuales de la regla del Carmelo, sencillamente, sin que nada se notard en ella de extraordinario. "De carácter apacible y firme; tan firme que pudo vivir veinte años, de los diez y ocho a los cuarenta, en la perfecta ejecución de los pre– ceptos de su regla; amante de la vida oculta y silenciosa de su celda, en ella practicó en grado heroico todas las virtudes: la paciencia, la obediencia, la modestia, la virginidad, la mortificación, el horror de la mentira, la santa pobreza; y todo ello sin ostentación, recatadamente y en la soledad. "A los cuarenta años fué agraciada con la oración sobrenatural, y entonces tuvo los éxtasis. Durante ellos nada de aparatoso; ni con– vulsiones, ni posiciones teatrales, ni estados tetánicos, ni alucinaciones. "Los que tuvieron ocasión de verla en esos momentos, se sentían sobrecogidos de respeto y de admiración, al ver la serenidad y el em• bellecimiento de sus facciones, y el recogimiento y la modestia de toda su persona. "Al salir de sus éxtasis, la santa lomaba la pluma; y la que antes era tan ajena a toda literatura, ahora producía sus incomparables es• critos, con los cuales se reveló al mundo maestra sin igual en Teología Mística, historiadora eminente, eximia poetisa; con una filosofía tan
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