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260 DR. .T. M. NUÑEZ PONTE ser por parte de los demás objeto de atenciones y cui– dados (2). Qué distante y opuesta a este bosquejo moral se nos presenta la Santa en todos sus actos 1 Su firmeza de carác– ter se revela en la elección hecha de una vez para siempre de la vida religiosa; porque la vida religiosa exige en quien la abraza y en ella persevera, la más completa abnegación y la renuncia definitiva de todo lo que en la vida es grato (2) Leamos lo que acerca de esta misma materia, escribió Hernán– dez en los Elementos de Filosofía: "Se ha querido muchas veces establecer identidad entre estos es– tados histéricos y los fenómenos de la oración sobrenatural. En parti– cular el éxtasis de los santos se ha considerado como éxtasis histérico; todos los autores místicos, y principalmente Santa Teresa, han sido definitivamente colocados entre los histéricos, por los que admiten esa identidad. "Pero todo aquel que quiera estudiar serenamente y de una manera científica el histerismo, y que estudie además del mismo modo la psi– cología de los santos, encontrará de seguro tal desemejanza entre ellos, que forzosamente tendrá que establecer una conclusión contraria a dicha identidad, la cual sólo puede admitirse por los que no tienen conoci– miento alguno del histerismo o de los éxtasis de los santos. "En efecto, los histéricos son enfermos que presentan, además de los síntomas propios de su enfermedad, ciertos estigmas en su sér moral y físico, que son característicos del fondo o terreno indispensable para el desarrollo de la neurosis. Son irritables, veleidosos, apasionados; gustan de ser un espectáculo para los circunstantes, porque su afán constante es llamar la atención. Son pusilánimes, carecen por completo de energía física y moral; a veces son astutos, inclinados a mentir y tercos. "Sus facultades cognitivas son muy limitadas; son incapaces de ningún esfuerzo sostenido de voluntad, e incapaces también de reflexión y presentan las señales de una agobiadora inferioridad intelectual, sobre todo aquellos que han llegado a los estados extáticos, los cuales, al establecerse definitivamente, acaban con la inteligencia del enfermo que cae por fin en el idiotismo. "Es cierto que los que sólo están ligeramente tocados por la neu– rosis pueden ser personas discretas e inteligentes; pero los que llegan a la grande histeria y a su último estado del éxtasis, sufren una dege– neración intelectual casi completa. "Los síntomas del éxtasis histérico son bien conocidos. Los enfer– mos se encuentran inmóviles en un estado aparente de sueño, en posi-
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