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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 259 La devoción de San José propagada en toda la Iglesia, es la obra de Santa Teresa principalmente. Ella hizo que el culto del Patriarca de Nazareth fuera el culto de todo cristia– no y nos enseñó a recurrir a él en todos los casos de nuestra vida, y a poner especialmente bajo su protección el trance terrible de la muerte. Oh devoción cara y amable para todo corazón fiel, que desea la santidad conforme a los designios inescrutables de Dios! Y cómo amar a San José sin tener inmensa gratitud a la Santa que nos enseñó a venerarlo y a poner en él nues– tra confianza como el remediador seguro de nuestros males! Por eso he sentido tan punzante dolor al oírla calificar de histérica en aquellos tiempos y siempre, y he formado el propósito invariable de contribuir en lo que pudiera para des– vanecer tan impensada y ligera calificación, primeramente demostrando que en Santa Teresa no se encuentra la más pequeña señal de histerismo; y en segundo lugar, tratando de indagar cuál era la enfermedad cierta que la aquejaba, puesto que ella misma nos describe los sufrimientos que tu– vo durante la vida. La Neuropatología nos enseña a conocer perfectamente el histerismo, de tal suerte que apenas hay enfermedad de más fácil diagnóstico. Es una enfermedad del sistema ner– vioso que carece de localización anatomopatológica, y que presenta distintos grados de desarrollo; pero en todos los en– fermos se observan ciertos rasgos morales peculiares que se descubren prontamente. Tienen un carácter movible, son in– constantes, faltos de voluntad firme, propensos a la disimu– lación y casi siempre falsos, amigos de que los mimen y de

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