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250 DR. J. M. NUÑEZ PONTE rrencias y anécdotas muy decidoras, algunas de las cuales traslado, no sin hacer constar que las pongo como me han sido narradas por algunos discípulos suyos, y que no co– nozco a las personas intervenientes. --Recién abierta su clase, como un joven se ocupara en molestar imitando el tono especial del profesor, éste, que en el momento escribía algo en el encerado, se volvió ha– cia el concurso y dijo a todos: -Esta clase es libre, al que no le guste mi modo puede retirarse; pero aquí no se for– man corrillos. La clase continuó en un silencio religioso, y mediante aquel rasgo de autoridad nunca más fue perturbada. -Cierto joven a quien le negaba HERNANDEZ el de– recho de examen, que había perdido por las faltas de asis– tencia, se atrevió a conminarle con unos bastonazos; ante aquella grosera e intempestiva actitud, él sencillamente se contentó con responderle: -Muy bien, me haré el cargo de que me ha pasado un carro por encima. -Acabábase de abrir un curso; cada nuevo alumno se presentaba a Hernández, profesor de Histología Normal, dán– dole su nombre y apellido. Hubo uno que pretendió ins– cribirse dando solamente el apellido. Entonces HERNANDEZ le dijo: -¿Es usted un Pasteur? -Sólo a los grandes hombres se les conoce por el apellido. -Como a veces tropezaba con algún mal estudiante, de esos que no abren libro sino en la cercanía de los exá– menes, solía preguntarles graciosamente: --¿Cuál es su profesión? -Yo soy estudiante. -¿Y por qué no la ejerce?
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