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DR. J. M. NUÑEZ PONTE peculiares y magníficas que le exhibían, en todos los órde– nes espirituales, a la general admiración: sua luce ipse se signat, como dijera San Ambrosio. Yo he vivido arrobado en su compama largos y sabro– sos ratos de recogimiento, de meditación y de júbilo, que han confortado mi espíritu y atraídome a la contemplación y gratitud de la divina Bondad; a su ejemplo, he compren– dido, con el elocuente Ollé-Laprune, que la vida no acabala su significado, su valor y su belleza sino cuando se perfec– ciona por la fe, la esperanza y la caridad cristianas (l); he comprobado con el Salmista que los mandatos del Señor de– ben ser la delicia de las almas, y los que aman su Ley go– zan de una gran paz; y he catado con Louismet, que el hom– bre, para completarse en cuanto hombre y en cuanto cris– tiano, debiera hacerse místico. "Sólo el místico es el que realmente sabe como hombre gozar de la vida y sacar de ella el partido mejor. Los demás gozan de la muerte y no de la vida, pues lo que llaman vida no es otra cosa sino muerte. Dios es la vida. Y el místico tiene el grande acier– to de poner su descanso y dicha en solo Dios. . . Pluguie– se al Cielo que todos los hombres llegaran a ser místicos!" (2). Las tradiciones vitales de fe cristiana y procera hidal– guía de la estirpe de HERNANDEZ, han sido mantenidas en honor y estima por su reputada familia. Recordemos al su– sodicho Benjamín, loado por la distinción de sus prendas, y por su selecta y prometedora conducta, motivo de gran aprecio de parte de los principales y subalternos de la ex– tinguida honorable firma Lesseur, Romer & Ca. Igual pu- (1) Ollé-Laprune, Prix de la vie. (?.) Dom. S. Louismet, Miracle et Mystique.
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