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La prirnera eelición ele este opúsculo aparncw a pú– blica luz en 1924, al lustro cabal elel jarnás bien lloraelo trá– gico suceso que puso fin a la rneritísirna existencia clel doc– tor José Grcgorio H ernánclez. El libro ostentaba testirno– nios ele asenso harto respetables y elignos, no el rnenos el ele la propia farnilia H ernánelez; luego rnereció ele toda la prensa la rnás elogiosa acogida, y con igual fortuna obtuvo largo favor y rnuy curnpliclo logro ele parte ele la cornuni– clacl. En su proverbial benevolencia, el tan eruelito cuanto gratarncnte recorclaelo excelentísirno Arzobispo ele Méricla, Monseñor Antonio Rarnón Silva, llegó hasta estarnpar la extrernacla alabanza ele que era la plurna elel autor la ne– cesaria para concertar el libro que encerrase la historia del insigne y rnalograelo sabio, y agregaba: "Los que lean esta obra no podrán rnenos ele estar ele acuerelo con nosotros cuando 1,•ean allí confundidos en una rnisrna persona al sa– bio médico y al perfecto cristiano; al eminente biólogo que pasa largas horas en el laboratorio, y al correcto ascetrl arroclülaclo otras tantas en la penumbra del santuario; al hornbre ele sociedad que no clescleña solicitar, vara clcfar– las a los suyos, las pruebas ele su nobleza ele abolengo, y al hurnildísirno varón dispuesto a sepultar sus glorias en la oscuridad de una Cartuja . .. ". Por nuestra parte, en fos renglones liminares había– rnos clejaelo caer las siguientes frases: "Confiamos en que el solo nombre elel biografiado, la evocación ele sus hechos, las huellas ele sus buenas obras, la veneración unánirne que granjeó, las blandas bendiciones que acompañan su rnerno– ria, bastarán para que todo aquél a cuyas manos llega– ren estas páginas, las abra sin recelo y las recorra con gusto. Irnagine el lector que se ha vuelto a encontrar con ,el eloctor Hernánclez, y estése un rato rniránclole, corno sa.-

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