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244 DR. J. M. NUÑEZ PONTE Con el más íntimo respeto y emoc1on saludemos desde acá enviándole nuestros votos por su muy larga vida, al perilustre médico doctor Agostino Gemelli, hoy luminar fran– ciscano, Rector Magnífico de la Universidad Pontificia del Sagrado Corazón en Milán. El apuesto y bizarro oficial español Magallón, que tiró a un lado las presillas y galones militares para vestir el burdo sayal de los piadosos Hermanos Hospitalarios, a ser como ellos enfermero y médico práctico, en cierta ocasión vióse seguido por una turba de malentretenidos mozos que no se cansaban de gritarle: ¡Abajo el jesuíta! Cuando menos lo esperaban, gira él un cuarto de conversión hacia el grup.o, y sin inmutarse, con la mayor naturalidad y graciosa inten– ción les interpela: -No soy jesuíta, sino Hermano de San Juan de Dios, y mi cargo en el hospital es cuidar a los locos; ¿necesitan ustedes de mis servicios? ... Un médico de nota, profesor universitario, asistía en Ca– racas a cierta dama de calidad, afectada de dolencia pro– gresiva y tenaz, no obstante las detenidas prescripciones del sabio alópata tan concienzudo en su arte. Llegó el caso de que, ante el avance invasor de la difícil enfermedad, la in– eficacia de las medicinas y la angustia de la familia, el fa– cultativo hubo de declararse vencido y recomendó llamasen a otro. Una señora vecina y muy amiga allí presente, se atrevió a asomar al muy conocido, piadoso y acreditadisimo homeópata doctor Manuel Isidro Rus, en cuyas manos fué puesta la doliente. El doctor Rus realizaba curas rápidas y sorprendentes, sin duda ayudado, además de su saber, por su espíritu de oración, como aquel famoso doctor Dupont, de

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