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DR. JOSE GREGORIO HERNANDEZ 237 al patriotismo para ensalzar las prerrogativas de nuestro cé– lebre médico católico, hay un punto de dominante interés por su significación. Es que aquéllas fueron manifestaciones cristianas. Es el aspecto religioso, el hecho cristiano que nos sale al encuentro en toda circunstancia, y del cual es impo– sible prescindir. El doctor HERNANDEZ no constituye una personalidad aislada, ni es menos producto de la casualidad: él ha sido exponente superior de un modo de ser venezolano; una fór– mula, un resultado gallardo magnífico, egregio, representa– tivo de nuestras convicciones religiosas y de nuestros arrai– gos morales. Y las ingenuas y elocuentísimas demostracio– nes con que se le brindó al morir, y, con que se ha rendido homenaje de veneración en el XXV aniversario de su muerte, no son tampoco sucesos aislados, nó; son signos expresivos y garantes de nuestra libre existencia de hoy, y aún más, promesa cierta para las lógicas evoluciones que nos prepa– ra el mañana. La sociedad exhibió con ellas la magnánima faz piadosa de su fisonomía sicológica; nuestro gobierno hizo llamada de aliento a la generación actual para el cultivo de un civismo acendrado, al celebrar el esfuerzo y éxito de cua– lidades eminentes; el pueblo, en fin, testificó que reconoce y acata la venerable tradición cristiana, rico legado de nues– tros abuelos; que ama la virtud, el trabajo y el deber; que sabe entusiasmarse ante la abnegación, ante la honradez y la pureza de las costumbres; que está dispuesto a recibir el espíritu de las futuras renovaciones que han de efectuarse en el mundo, cuyos síntomas ya se entrevén en el horizonte de la humanidad y las cuales habrán de ser indudablemen– te de índole religiosa, trayendo un reflorecimiento del Cato– licismo. La muerte sorprendió a HERNANDEZ, no digamos le sor– prendió, porque siempre estuvo a ella apercibido; le encon-

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