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14 TESTIMONIOS VIDA DEL DOCTOR JOSE GREGORIO HERNANDEZ La copia de los originales de la Vida del Doctor José Gre,qorio Hernández, escrita por el. Doctor J. M. Núñez Ponte, y que este buen amigo tuvo la bondad de enviarme antes de su publicación, ha sido para mí motivo de ,especial gratitud, y fuente de purísimas satisfac– ciones. No quise leerla solo, porque esto me pareció egoísmo, conven– cido como estaba de las buenas impresiones que tal lectura llevaría a mi alma; y por eso determiné compartirlas con los R<•ctores dei Seminario, amenizando así algunos ratos de solaz, que juntos hemos pasado al declinar el día. No me había equivocado: unánime fué nuestra opinión <le que este libro era necesario, y de qu,e, para darle vida, se necesitaba la pluma de Núñez Ponte. Hombres como el Dr. Hernúndcz deben ser conocidos de todo el mundo, y no sólo del reducido ,espacio de tierra donde pasaron su existencia. Y acá mismo, ¿quién conoció, quién conoció bien, a Hernández? Unos sabían de él qu<• <·ra 1111 gran mé– dico, teórico y práctico, que hacía tan buena figura en la Cátedra de la Universidad y ,en el Laboratorio, como en el aposento del en– fermo; otros, que habían leído sus obras, sabían qui• cl'a un filósofo cristiano, y que poseía extensos conocimientos en ciencia y artes; otros, que le conocían más de cerea, publicaban sus beneficios derra– mados a manos llenas, y no como efecto de simple filantropía o de beneficencia, sino como caridad que extraía del Corazón de Dios, en sus íntimas comunicaciones con El, para d•erramarla en los corazo– nes de los hombres. . . . . Y todavía, eran muy pocos los que conocían a fondo el alma del Dr. José Gregorio Hernández. U'lo de estos pocos es el doct0r José Manuel Núñez Ponte; y por eso dije qu,e la pluma de éste 3e necesitaba para dar vida al libro que cont•¡viera la historia de aquél. Los que lean esta obra no podrán menos de estar de acuerdo con nosotros, cuando vean allí cunfundidos en mm misma persona al Ra– bio médico y al perfecto cristiano; al eminente biólogo que pasa lar– gas horas en el laboratorio, y al correcto asceta que .pasa otras tan– tas en. la penumbra del sant.uario; al hombre de sociedad, que no ,d,esdeña solicitar y dejar a los suyos las pruebas de su nobleza de ,.
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