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116 DR. J. ~'l. NlJÑEZ PONTE hay tres verdades contradictorias. Así, el hombre debe: vivir dentro de la verdad; pensar como vive; hablar como pien– sa". (6). Aun temiéndole a la demasiada prolijidad, querríamos ocuparnos menudamente en analizar estas aficiones que completan la faz espiritual de Hernández y manifiestan la seriedad de su integral cultura. Digamos algo acerca de estas variedades, mientras le consideramos por su aspecto de filósofo. Hernández era versado en varios idiomas: conocía bas– tante del latín y aun del griego, a pesar de la deficiencia de estos aprendizajes en el curso de nuestras humanidades; tra– ducía, hablaba y escribía correctamente el francés, el italia– no, el inglés y el alemán, de cuyos autores acostumbraba el trato, no sólo en ciencias, mas en letras, en historia, elocuen– cia, poesía, novelas. Del castellano, nada tenemos que decir, pues sus escritos, sus clases, su conversación misma en giro de amenidad y donaire, denunciaban el avanzado prove– cho con que, por propio aliento como por el hábil manejo de los clásicos, había explotado los ricos filones de la lengua ma– terna, y de que sin blasonar nunca de escritor dejó donosas muestras; entre otras, una justiciera semblanza del doctor Nicanor Guardia, su "Visión de Arte", que arrastra por la gracia seductora del estilo, la imponente descripción de los "Maitines" de la Cartuja, escena vivida por el autor, la lec– tura de las cuales nos pone a lamentar que dotes tan exce– lentes no se hayan ejercitado en un cultivo literario de mayor entidad. Estudió por principios y reglas el dibujo y la pintura, de que hablaba diríase con colorido, y se complacía en ad- (6) E. Helio, L'Homme. La Vie. La Science. L'Art.
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