BCCCAP00000000000000000000963

DR. JGSE GREGORIO HERNANDEZ 103 negado que nos enseña el Evangelio. Por eso suspendió tan arriba el renombre y la auréola de la Medicina; corno que mientras más se encumbra la mirada en las empresas hu– manas, mientras más se sustraen las aspiraciones de los su– percheros argurné:ntos de acá abajo, mientras más se espiri– tualiza el deber y se purifica la intención, mientras más se cuenta con Dios y a El se acude, hácense más incalculable– mente dignos y gloriosos y prósperos los oficios del hombre. "Endereza al Señor tus obras, dice un proverbio, y tus de– signios tendrán buen éxito" (9). Ya por aquí se descubre cómo aquel hombre, hijo de su deber, encaminaba su labor a los tres fines fundamenta– les en que consiste la ley del cristiano y aun de toda cria– tura racional, sea cual fuere su condición y estado: evitar el mal, practicar el bien y tender a la perfección. El era todo de todos, ocupado sin cesar para cerrar el acceso a la ociosidad, madre del pecado; vivía en el mundo, donde era acariciado con distinción, pero sabía dónde termina éste y sus instigaciones malignas y dónde comienza el radio del prójimo, para, despreciando al mundo, ayudar por el bien a sus semejantes y de este modo amar, servir y glorificar so– bre todo a Dios. Porque él era primero de Dios. Hernán– dez pertenecía al grupo escogido de los seres superiores que· 110 encuentran estorbo insuperable para el servicio divino en r·sta mansión llena de errores, de miserias y de engaños; si- 110 que sabiendo atribuír a cada cosa su valor y situarse en r•I centro de equilibrio de la gracia, atienden a su misión sin d,·scuidar ninguno de los extremos que Dios mismo bendice; , irdenan las cosas interiores y las exteriores, como quiere la (9) Proverb. XVI, 3.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz