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23 Una arquitectura de huesos que estas prácticas mortuorias capuchinas no fueron trasladadas a sus conventos en las posesiones españolas en América, don- de los huesos de los miembros de la orden sólo fueron depositados en osarios tradi- cionales, sin procesos artificiales de momi- ficación, ni tampoco con huesos expuestos de manera similar al ejemplo romano, ni en las construcciones masculinas ni en las femeninas. En México, por ejemplo, los casos exis- tentes de momificación natural, son pro- ducto de circunstancias fortuitas de las características de la tierra y de su tempe- ratura, en vez de procesos artificiales reali- zados por los monjes novohispanos, ya sea del Convento de Tlayacapan en Morelos, o de las momias encontradas bajo la igle- sia del Colegio del Carmen en San Ángel –algunas de ellas de los frailes carmelitas, y algunas otras de seglares enterrados duran- te el siglo XIX – han sido siempre producto de una fortuita casualidad que hoy es apro- vechada con fines turísticos. Tampoco se han encontrado estas prácticas funerarias semejantes dentro de los conventos femeni- nos en la entonces Nueva España –sus hue- sos se depositaban en osarios tradicionales bajo el coro, sin ser expuestos– donde los capuchinos se asentaron tardíamente, pues fue hasta el año de 1665 cuando por pri- mera vez se fundó un convento capuchino para la rama femenina, el Convento de San Felipe de Jesús en la Ciudad de México –ya destruido, lamentablemente– dirigi- do a españolas y criollas que aceptasen el voto de pobreza, ya que su manutención debía ser producto de la mendicidad de la Orden. Otro interesante ejemplo lo encon- tramos en la antigua ciudad de Santiago de Guatemala, el Convento Capuchino de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, cuya fundación data de 1725, y cuya fama ar- quitectónica se debe a poseer su segundo claustro con una inédita planta circular, no así por alguna práctica funeraria similar a los ejemplos capuchinos en Europa. Quizá la Orden Capuchina en Roma, en su búsqueda de la esencia franciscana pri- migenia, pretendió establecer la realización personal y espiritual fuera de los marcos de la particularidad del individuo. Pero lo más destacable no es la presencia de res- tos óseos en una cripta, pues prácticamente todos los conventos de varones o mujeres poseyeron un osario bajo algún lugar en la iglesia, sino que aquí adquieren un carácter casi decorativo dentro del propio espacio arquitectónico. Los huesos servían para de- corar las paredes según su anatomía: por aquí las tibias, por allá los cráneos, más allá las caderas, todo dispuesto como aca- bados arquitectónicos de la gran cripta. 40 Conclusiones Durante los siglos XVI y XVII , la Orden de los frailes capuchinos aspiró a que en sus conventos primara la indiferencia hacia lo temporal y condicionaba a sus integrantes a vivir la muerte, no como el inicio de la vida eterna al lado de Dios, sino como un acto intimidatorio de la parca que, de la mano, los encaminaría a enfrentar las culpas de sus pecados, con sus correspondientes cas- tigos. Sus construcciones italianas, que no tienen parangón con sus homólogas espa- ñolas y americanas, destinaron espacios 40 Actualmente, el lugar puede visitarse como atracción turística, con la guía particular de un capuchino.

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