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ANEL HERNÁNDEZ SOTELO En 1619, mediante el breve Alias felices recordationis, se suprimía la depen– dencia nominal de la orden respect o a los conventuales, lo que supuso que en adelante el vicario general fuera denominado ministro general y considerado le– gítimo suceso r de san Francisco , al igual que los ministros de las otras ramas. Se abría con est a bula un horizonte prometedor para la comunidad capuchina. 2. ACT I TUD ANT ICAPUCHINA DE LA CORONA ESPAÑOLA. Hemos apuntado que en 1574 Gregorio XII expidió el breve que permitía a la comunidad capuchina pasa r las fronteras italianas y expandirse por el mun– do. Contrariamente a lo ocurrido en Francia, donde la dinámica religiosa supe– ró a la prohibición papal de las fundaciones ultramontanas 20 , España pudo ver el primer convento de capuchinos hacia 1578, aunque en condiciones bastant e azarosas . Las opiniones del emperador Carlos V respect o a la expansión de la Or– den capuchina, lo convertían en uno de los detractores más influyentes con los que se enfrentaron los religiosos italianos. Es importante mencionar que la polí– tica eclesiástica de Carlos V dio un viraje interesant e hacia 1545. Antes de esa fe– cha, la actitud de emperador ante las pugnas religiosas de la época fue de talan– te humanista, particularmente erasmista , fundada en el diálogo y en la conver– sión del infiel y del hereje , incluso mostrando cierta benevolencia hacia la refor– ma luterana. A partir de la Dieta de Worms (1521) , Carlos V comienza a tomar una postura mucho más severa , que se pone de manifiesto en el primer periodo del Concilio Tridentino (1545-1547) , tornándose irreconciliador con las doctrinas que considerab a heterodoxa s e, incluso, antierasmista. De ahí que, al final de su vida, aconsejar a a su sucesor , Felipe I I, que acabas e con los hereje s y que defen– diese a España, ante s que enmendarla 21 . 20 En 1562, el cardenal de Lorena quiso llevarlos a Francia, seguramente para que, por medio de la predicación, con– virtieran al catolicismo al alto número de protestantes francese s (recuérdese que diez años después comenzarían las guerras de religión en Francia que, entre muchos suceso s importantes, el más destacado por ía historiografía es la llamada "matanza de San Bartolomé" que sufrieron los hugonotes). Al cardenal de Lorena le fue negada su peti– ción. Sin embargo, en 1567 "se constituyó por yroyio impulso una pequeña comunidad de capuchinos en París con religio– sos de la observancia. Después de muchas negociaciones consiguieron el reconocimiento del vicario general y, en cons cia, el capítulo general de 1573 acordó enviarles un refuerzo de capuchinos italianos, mientras en Roma se trabajaba por ner la revocación de la prohibición existente. [Después de la bula de Gregorio XIII] el crédito adquirido en Francia por los capuchinos fue tan grande que buen número de las primeras vocaciones se reclutaron entre la primera nobleza; el creci fue rapidísimo, debido en parte a la gran afluencia de observantes. Para 1618 eran ya ocho las provincias y muy pronto lo puchinos franceses formarían numéricamente la cuarta parte de la orden, colocándose en el primer plano de la vida religios de Francia por su múltiple actividad apostólica, por su labor contra la herejía y por su influencia en la vida pública.". IRIAR- TE, L.: op. cit., p. 247. 21 Ver ORTEGA Y MEDINA, J. A.: Reforma y modernidad, México, 1999; así como HUESBE LLANOS, M y CARVA– JAL ARAVENA, R Martín Lutero y Juan Calvino. Los fundamentos políticos de la modernidad, Valparaíso, 2003 . 76 REVISTA CAMPO DE CALATRAVA N° 8 (2010 )

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