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ANEL HERNÁNDE Z SOTELO a venir, procuró el sobredicho Querol Consejo de la sobredicha ciudad para que propu– siesen en Consejo si escribiese el Consejo de la ciudad a nuestro M. Rdo. Padre General, pidiéndole se sirviese de enviar frailes para esta fundación" 59 . Si Querol conoció a los primeros capuchinos de El Viso y de ahí surgió su interés por la Orden o, si no– ticias de "algunas personas" sobre los capuchinos italianos lo movieron a tal inte– rés, es cos a que aún no sabemos . La reunión del Consejo barcelonés se llevo a cabo en 1576, determinando "que el General de los frailes descalzos o capuchinos de la primera regla del glorioso pa– triarca San Francisco tenga intento y gana de enviar a edificar monasterio o casa de su Orden" 60 . Y previendo el lugar que ocuparían los nuevos religiosos, advirtieron al Vicario General que la ciudad disponía de la cas a y capilla de Sant a Madrona en la montaña de Monjuich "acomodada desde algún tiempo a esta parte a los frailes de Jesús (franciscanos recoletos) 61 , la cual casa y capilla dichos frailes de jesús varias y diversas veces han venido a renunciar y devolverla a manos de estos magníficos conce– lleres, porque, según indicaban, estaba bastante desacomodada y ala par dañosa" 62 . F nalmente, escribirían al vicario general que "se procuraría apuntar e insinuar que los religiosos que moraran en aquella casa deberían ser de la Corona de Aragón" a . Así, el encargado de la primera fundación capuchina en España sería el padre Arcángel Alarcón que, entre 1576 y 1577, recibió la noticia del vicario ge– neral. Arcángel posiblemente se encontraba en Ñapóles haciéndose cargo de otra fundación italiana, junto con su hermano Juan pero no tenemos certez a de ello. Ambos se embarcaron hacia tierras ibéricas, coincidiendo con el llamado de la corona española a Bazán en 1577 64 . El plan era que, mientras Arcángel gestio- " CARROCERA, B. de: La provincia..., op. cit., pp. 8-9. La obra de Miguel de Valladolid se titula Crónica de los Frai– les Menores Capuchinos de la Provincia de la Madre de Dios de Cataluña, primera de España. Es un manuscrito fechado en 1612 que se encuentra en la Biblioteca Universitaria de Barcelona. A l parecer una parte de esta s Crónicas fue pu– blicada en la revista Estudios Franciscanos, número V, 1910. Hasta el momento, no hemos conseguido est e docu– mento. Una reproducción de las carta s relacionadas con la primera fundación capuchina en Cataluña se encuen– tran en SALDES, A. de: "Establecimiento de los capuchinos en España y fundación de sus conventos en Cataluña", Revista de Estudios Franciscanos. Publicación mensual dirigida por los Padres Capuchinos de Cataluña, Año I I, 2 (1908) , pp. 87-93 . 60 RUBÍ, B. de: "Establecimiento...", op. cit, p. 12. El autor del estudio nos ofrece una traducción de la deliberación del Consejo, escrita s en catalán en el Llibre d'acords i deliberacions. 65 Sobr e la rama de esto s frailes de Jesús, mientras Rubí escrib e que eran franciscanos recoletos, Carrocera apunta que eran observantes. Véase RUBÍ, B. de: "Establecimiento...", op. cit., y CARROCERA, B. de: "Venida...", op. cit. H RUBÍ, B. de: "Establecimiento...", op. cit., p. 12. 63 Ibidem, p. 12. Es importante señalar que est e episodio de la historia capuchina tampoco se ha visto exento del to– no milagroso, ya que el verdadero promotor de la fundación capuchina es un "mensajero desconocido movido por el Espíritu Santo" encarnado a veces en un tal fray Maximino, capuchino". La mitificación llega a tal grado de que, en vís– peras de la fundación, Mosén Querol y el Consejo no están enterados del asunto, puesto que las carta s que se han enviado a Roma, van bajo su firma pero no han sido escrita s por ellos. Remito nuevamente a los estudios de RUBÍ y CARROCERA. Est e último también analiza a est e personaje misterioso. 61 CARROCERA, B. de: La provincia..., op. cit., p. 10. El cronista Ruffino de Sien a dice que, después de sabe r el P. Arcángel que iría a fundar a España, fue "a buscar la protección del Marqués de Santa Cruz, que era aficionadísimo y de– voto de nuestra religión capuchina; que se desvelaba mucho en favorecerla y ayudarla y ardía en deseos de conducirla a Espa– ña. Por lo que, los mencionados religiosos, recibida la obediencia y bendición de sus prelados, del cardenal protector y del mis– mo Papa, se acompañaron de dicho señor, que en aquel entonces iba a España, quien los condujo fielmente" en RUBÍ, B. de: "Establecimiento...", op. cit., p. 23. 88 REVISTA CAMPO DE CALATRAVA N° 8 (2010 )

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