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LOS CAPUCHINOS EN EL VlSO DEL MARQUÉS! UNA REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA.. Sant a Sede , la primera en 4 de diciembre de 1535 y la segunda, con fecha de 15 de enero de 1536, solicitando que de ninguna manera se permitiese pasa r a Es– paña la nueva secta de los capuchinos por los escándalos que estas novedades en– gendran en la santa fe católica 29 . Debemos recordar que una de las reformas que Quiñones pretendía dentro de la familia franciscana, era la total incorporación de la facción conventual a la Observancia (a la usanza cisneriana) y, estando en ese momento los capuchinos bajo el gobierno de los conventuales, se convertían automáticamente en otra rama que el franciscanismo reformado debía eliminar. De ahí que, a raíz del miedo a la infección de la herejía en España, tanto el em– perador como su sucesor , se vieron en la necesidad de frenar la entrada de la nueva orden franciscana, pues se llegó a pensar que era una sect a herética más, producto de la reacción antimística de la Contrarreforma 30 . Es importante señalar que la obsesión por el contagio luterano, o de cual– quier otra sect a que se considerase herética, tenía ciertamente algún fundamen– to entre los siglos XVI y XVII. En el cas o de los capuchinos, José Vicente Ciuria- na en su estudio dedicado a la provincia capuchina de Valencia nos dice que el protector de los hermanos para su fundación y desarrollo, el arzobispo Juan de Ribera -después santo-, fue acusado de favorecer a los alumbrados de Extre– madura y "fue amigo de todos los espirituales valencianos más conocidos, apoyó el es– tablecimiento de cualquier orden religiosa, impulsó la constitución de congregaciones religiosas, fomentó la religiosidad popular y rindió honores extraordinarios a sus ami– gos espirituales muertos con fama de santidad". Entre los que se encontraba fray Pe– dro de Sant a María, procesado por la Inquisición en Llerena por alumbrado y la beat a Francisca López -o Llopis- (1570-1650) , terciaria franciscana emparentada con la espiritualidad quietista valenciana. Además, al parecer la beat a Francisca estuvo en contacto con el capuchino Luis de Valencia. Otro dato interesante pa– ra conectar al movimiento capuchino con la obsesión herética es la figura de Gertrudis Tosca ; perteneciente a un grupo de alumbradas valencianas que su– puestamente realizaban prácticas erótico-sexuales con algunos clérigos, Gertru– dis fue hermana del capuchino Francisco de Valencia, Isidoro Tosc a (muerto en 1693) , de quien se dice que "lanzó contra el grupo de su hermana y sus prácticas una áspera descalificación"'. , 31 Además, a esta s situaciones debemos agregar la mala fa- :5 POBLADURA, M .: "El emperador Carlos V contra los capuchinos. Texto y comentario de una carta inédita: Ña– póles, 17 enero 1536" , Collectanea Franciscana, 34 (1964) , pp. 373-390 . El autor transcribe textualmente amba s carta s y nos ofrece un detallado estudio sobre la coyuntura histórica y diplomática en que fueron escritas. Por otro lado, el autor nos presenta un retrato interesantísimo sobre la influencia cortesana en las decisiones del emperador. 30 Sobr e est e punto, es interesante señalar que, si bien Cisneros reformó totalmente el franciscanismo español, en su momento no fue perseguidor de las secta s que después fueron calificadas de iluministas. El cardenal sentía cierta fascinación por la mística, particularmente femenina, a grado tal que "protegió y mostró siempre simpatía por las bea– tas que abundaban en la vida religiosa de su tiempo, entre ellas la célebre Beata de Piedrahita, personaje singular, jugadora de ajedrez, bailarina -pese a su indiscutida pureza- llena de encanto, que al alma contemplativa de Cisneros se aparecía como re– presentación viva y material del misticismo". Después de Trento, el misticismo español tocará la peligrosa línea de la heterodoxia, línea que llegará a difuminarse con el movimiento de Miguel de Molinos. Otra prueba de la inclina– ción del cardenal hacia el misticismo -que después sería calificado de heterodoxo- es que las traducciones incita– das por él del Tratado de la vida espiritual de San Vicente Ferrer omitían los capítulos XIV y XV en donde el santo re– probaba los arrobamientos. SAINZ RODRÍGUEZ, P: op. cit, pp. 35,47-50 . REVISTA CAMPO DE CALATRAVA N° 8 (2010 ) 79

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