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376 ANEL HERNÁNDEZ SOTELO militante y armado 1\ en 1639 el rey mandó pregonar que ningún hombre tra- jera copetes, guadejas «ú otro rizo en el cabello, el cual no pueda pasar de la oreja» 15 bajo la pena de 200 maravedís y diez días de cárcel para los infractores y la misma pena doblada, para los reincidentes. Sin embargo, poco efecto tuvo esta normativa pues a ella se siguieron otras bajo el mismo tenor durante los reinados de Felipe IV y Carlos II 16 • La barba, que hasta la segunda mitad del siglo XV era generalmente afeitada. era una moda imperante y las personas de alto rango la peinaban, la lavaban y la rizaban como parte del cuidado personal, convirtiéndose en un elemento de elegancia. Existieron diferentes formas de componerla y así los hombres podían escoger la barba de cabrío [de forma alargada], la barba de cola de pez [entablillada por las noches y propia de letrados] o la barba de pichel de Flandes [más ancha en la punta que en la base]!". En la literatura del Siglo de Oro encontramos diferentes términos para denotar el uso de tintes en ella: barbiteñido, barbas colorines, barba dominica [mal teñida con claros y obscuros], barba al oleo, barba de pez [pez como una acepción de tinte], barba de viernes, barbas de memento hamo [tenidas de negro para esconder las canas], etc.". El nacimiento y la consolidación de la reforma capuchina coincidieron con un periodo histórico en el que, además del adorno del vestido, la barba era símbolo de dignidad. Que una reforma franciscana, que se decía descendiente digna del Francisco medieval, se dejara crecer la barba y no invirtiera tiempo en su cuidado, representaba para la sociedad una afrenta a los cánones sobre el decoro y la pulcritud de la época 19. Por otro lado, la carga simbólica de las barbas durante la época moderna también estaba relacionada con la representa- ción de la experiencia y la sabiduría, por ello el Tesoro de la lengua castellana recoge más de quince proverbios y refranes sobre las barbas y la manera de conducirse en el mundo 20. Pero el uso de la barba no sólo tenía implicaciones en el ámbito secular. Desde las jerarquías eclesiásticas se pretendió cuidar el mensaje simbólico que portaban dentro de las comunidades religiosas con votos. Desde el cuarto y quinto Concilio cartaginense [ca.400], las autoridades eclesiásticas fueron sensibles al 14. Rafael González Cañal, «El lujo y la ociosidad .. », arto cit. , págs. 86-87. 15. Juan Sempere y Guarinos, Historia del Luxo ... , Tomo 11, págs. 123-124. 16. Ibidem, págs. 117-139. 17. Jesús Terrón González, Léxico de cosméticos ... , op. cit., págs. 84, 89 y 173. 18. Ibidem. 19. En 1633, Vicencio Carducho escribió un estudio de los tipos humanos que podían pintarse y sus características en 1633, concluyendo que a los personajes de malas costumbres les correspondía una «barba rala», que los iracundos debían representarse rasgándose los miembros y vestidos, apretando los dientes y jalando cabellera y «barba con las manos», mientras que a los prudentes debían tener <da mano en la barba bien puesta, y no [a]fectada». Vicencio Carducho, Dialogo de la pintura, su defensa, origen, essencia, de/inician, modos y diferencias [... ], Madrid, 1633, págs. 131-162. 20. Sebastián de Covarrubias Orozco, Tesoro de la lengua ... , op. cit., págs. 164-166.

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