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380 ANEL HERNÁNDEZ SOTELO más famosas de España: su cuerpo monstruoso confundía el sexo, la edad y las funciones corporales características de los dos géneros. El interés por las connotaciones prodigiosas en relación con el crecimiento capilar no sólo fue de carácter médico y fisionómico. El enigma se concentraba también en la dimensión ético-moral del rostro femenino repleto de pelos, pues se desprendía de estas monstruosidades «la capacidad de desvirtuar las atribucio- nes de género inamovibles y ampliar anómalamente el campo establecido de los sexos»37. Así, la representación de las mujeres barbadas, afectaba la ontología misma del ser humano e interrogaba el imaginario social. Lo monstruoso era el exceso o el defecto y podía interpretarse como un designio divino o como una calamidad venida del diablo. Es en este ámbito de la percepción donde podemos integrar la lectura mons- truosa de la existencia capuchina. Según Zacarías Boverio, cuando Juan de Fano [provincial observante de Las Marcas, Italia] se enfrentó a Mateo de Bascio y Luis de Fossombrone en el palacio de los duques de Camerino hacia 1528 para reprimirlos por la nueva reforma franciscana que iniciaban, hizo alusiones a la forma monstruosa en que estos religiosos apóstatas se presentaban ante el mundo. Para Fano, estos religiosos eran «hombres miserables, que el Demonio perverso es el que os ha induzido, é induze, a que desamparando la Religion, que os avia reengendrado, y educado en espiritu [... ] venido á tal ceguedad y locura, que en un habito monstruoso, y no acostumbrado, tan diverso del que usa la Orden, [se han convertido en] vagamundos, fugitivos, instables [sic], peregrinando de unas partes en otras, sin domicilio cierto [... ]»38. [Las cursivas son nuestras] Siendo tentados por la perversidad del demonio, al que había que derrotar, Fano exhortaba luego a los reformados a arrepentirse y a arrojar «esse monstruo de habito que traeis nuevamente vestido», sin temor al castigo que pudieran recibir si regresaban a la observancia, pues aseguraba que serían tratados «con toda clemencia, y misericordia [y] con afecto paterno»:". La construcción del monstruo capuchino continuó durante el siglo XVII. Hacia 1609 fray Lorenzo de Brindis, siendo comisario general de las provincias capuchinas alemanas, fue enviado a España para comenzar las gestiones de la primera fundación en Madrid. Uno de sus objetivos era convencer al rey Feli- pe III de que las alegaciones contra Orden capuchina eran falsas. Entre otras cosas, Brindis explicó que eran los desórdenes del «humano afecto» y de las pasiones [que obligan a las personas «vivir entre fieras»] lo que movía a los impugnadores a asegurar 37. Fernando Rodríguez de la Flor, La península metafisica. Arte, literatura y pensamiento en la España de la Contrarreforma, Madrid, 1999, págs. 271-272. 38. Zacarías Boverio, Primera parte ... op. cit .. pág. 109. 39. Ibídem.
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