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LAS BARBAS CAPUCHINAS: PODER, MONSTRUOSIDAD E HIPOCRESíA ... 379 barba»3l. Sin embargo, el cronista apunta que no es menos admirable entender que quienes se dejan crecer la barba, «con tal condición no la crien afeminada- mente, ni la peynen con cuydado», encierran en su manera de vivir la profesión de austeridad y penitencia con la que adquieren fortaleza para luchar contra los vicios, porque «la barba inculta, y desaliñada, muestra aspereza penitente, y desprecio de si mismo y del mundoo". Esta aseveración es concluyente porque, según los capuchinos, Cristo enseñó al mundo que la barba descuidada que llevó en su vida terrenal, era símbolo de virtud, testimonio de la fe verdadera, menosprecio de las delicias y «exemplo de conversación celestial y perfecta»33, La barba se dignificaba por la vileza, la vileza de ser paradójicamente un perfecto religioso menor, el hombre más pequeño en apariencia pero más grande en virtud, como 10 fueron Cristo y san Francisco. Por otro lado, la presencia de unos religiosos franciscanos barbados, desali- ñados, con un hábito diferente y remendado, introdujo el elemento teratológico que, seguramente, marcó el conocimiento y la difusión de la Orden. La historia de la teratología es la historia del ser conceptualizado en la esfera liminal entre la normalidad y la rareza, es la historia de la bestia que escapa de las reglas propias del mundo conocido. La larga tradición clásica sobre la monstruosidad." se extendió en la época moderna debido a la propaganda de tales engendros por medio de la imprenta, estimulando así el encanto de la curiosidad>, De ahí que, más allá de hablar de una historia de los monstruos, debemos recalcar el elemento representacional que fundamentaba la existencia de los mismos, es decir, la construcción social y cultural de lo monstruoso. Si bien cuando hablamos de monstruosidad en la Época Moderna nos vienen a la cabeza relatos como el nacimiento en Lombardía de un ser con siete cabezas y siete brazos en 1578, hemos de aclarar que la construcción de monstruosidad no se ceñía solamente a estos casos extremos y paradigmáticos 36 • La relación del crecimiento capilar con lo monstruoso fue bien conocida en las sociedades del Antiguo Régimen. Antonieta Gonsalvus, nacida en los Países Bajos e hija de Petrus Gonsalvus, se convirtió en un prodigio fascinante a finales del siglo XVI debido a su exceso de vellosidad en el cuerpo. Su retrato quedó eternizado por la pintura de Lavinia Fontana realizado entre 1594 y 1595. Las barbudas Brígida del Río [pintada por Juan Sánchez Cotán en 1590], y Magdalena Ven- tura [de José de Ribera en 1631], fueron protagonistas de quizá las maravillas 31. Ibidem. 32. Ibidem, pág. 123. 33. Ibidem. 34. Antonio Solano, «Monstruos y prodigios», Métode: anuario (2002-2003), págs. 28-32. 35. Jean-Jacques Courtine, "El cuerpo inhumano» en Alain Cobin (et. al.), Historia del cuerpo, vol. l. Madrid, págs. 360-361. 36. Jean-Jacques Courtine, "El cuerpo inhumano», arto cit., pág. 365.

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