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378 ANEL HERNÁNDEZ SOTELO con unanimidad, pues algunos sacerdotes seculares y regulares defendieron el uso de la barba e intentaron despojarla de sus connotaciones negativas. Tal fue el caso del clérigo Giovanni Pierio Valeriano que en 1529 escribió su Defensa de las barbas de sacerdotes", A pesar de apologías como la de Valeriano, desde las primeras décadas del siglo XVI y hasta el ascenso de las modas españolas en Europa, los eclesiásticos veían de mala manera el uso de las barbas en los religiosos. Primero, porque su uso tenía connotaciones viles y estaba relacionado con movimientos tangenciales del catolicismo o con otras religiones. Segundo, porque con la nueva percepción de la barba como símbolo de jerarquía y cuidado ostentoso del cuerpo venido de las costumbres españolas, era símbolo de futilidad y de preocupación exacerbada por las vanidades mundanas. Estas vanidades fueron atacadas con la conciencia del memento mori propia de los siglos XVI y XVII2S. Pero debemos buscar otras razones, quizá más profundas para el enfado de la Orden observante sobre el uso de las barbas por parte de la comunidad capuchina. Si éstos tenían como prescripción constitucional el uso de las barbas era que porque el capuchino no sólo estaba representativamente constituido por la vestimenta verdadera de san Francisco, sino también porque el descuido en el rostro manifestado en el crecimiento de la barba era símbolo del olvido del mundo y de la preocupación espiritual. Era símbolo, en suma, de santidad. Los capuchinos utilizaron las barbas para consolidar su imagen como re- trato perfecto de san Francisco. Pero no sólo de él, sino del mismo Cristo pues, según ellos, nadie podía poner en duda «que Christo traxesse barba, aviendo dello testimonios tan evidentes en los Escritores Sagrados»?", confirmados en el rostro sagrado impreso en la tela de la Verónica y en la sábana santa de Turín. Y, si era evidente que Cristo llevó barba, los apóstoles siendo su perfecta imitación, también la usaron. La barba capuchina desafiaba lo que en su época se percibía como un símbolo de vanidad, pues la convirtieron en demostración de penitencia y vileza, en una contrapartida del refinamiento voluptuoso. Porque, nos dice Zacarías Boverio, «puede ser de una misma cosa muchas las significaciones, y los misteriosx'" y así tanto puede alabarse la suerte de los que se afeitan como los que dejan crecer su barba. En el primer caso, quienes se afeitan pueden querer significar «que renuncian a 10 superfluo, y se contentan solo con lo necessario», además de que «el geroglifico» del llanto y la tristeza se manifiesta en «el andar sin 27. Giovanni Pierio Valeriano Bolzani, Defensa de las barbas de sacerdotes f...} por Juan Pierio Valeriana Belluuense, la qual primero se imprimio en Roma. el año 1529 [ ... ) y después en Paris el año 1533, [... ) Lugduni, el año 1602, traducida del latín al castellano por Mateo de Ribas Olalla, Sevilla, 1609. 28. Fernando Rodríguez de la Flor, Barroco. Representación e ideología en el mundo hispánico (/580-1680), Madrid, 2002, págs. 53 y sigs. 29. Zacarías Boverio, Primera parte ... , op. cit., pág. 121. 30. 1bidem, pág. 122.
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