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Anel Hernández Sotelo / Sobre el diablo de Fray Félix de Alamín... 57 jerarquías y los poderes establecidos. La tendencia del Barroco es “llegar a una manipulación, técnicamente lograda, de los comportamientos de los hombres”. 10 Dominar a la bestia que es el vulgo viene del gran peligro que éste representa, por eso, “el vulgo, en el xvii , está siempre presente, se hable de literatura, se trate de representaciones teatrales, se comente de la guerra, de dificultades económicas, de política [...] En todas partes hay un factor de ‘vulgo’ en la sociedad barroca”. 11 Es así como el Barroco se convierte en un arma política: resulta funcio- nal mover “en masa” las emociones de los hombres para lograr, mediante estímulos psicológicos que presenten los comportamientos necesarios para mantener las jerarquías políticas y los intereses de éstas. Derivado de esta dimensión psicológica, lo importante no es mandar sino persuadir, es decir, mover al individuo inserto en la masa desde adentro, desde sus propios móviles, desde su propia convicción, pues las obras producidas en la época están pensadas para conmover, para impresionar, para odiar, para desear, para seducir; todo ello gracias al conocimiento de la “fragilidad humana” ante las pasiones, ante la excitación que toma el lugar de los pensamientos. De ahí que esta persuasión psicológica lleve al individuo manipulado a pen- sar que sus acciones son libres y por voluntad propia. El movimiento religioso de finales del siglo xvii y principios del xviii en España tiene una relación directa con el misticismo del Siglo de Oro. A la producción libresca de los grandes místicos españoles como fray Luis de Granada, Santa Teresa y San Juan de la Cruz, precedía la de un buen número de religiosos –como Hernando de Talavera– que desde el siglo xv venían preparando este ambiente de comunicación directa con Dios. Sin embargo, hacia finales del siglo xvii los movimientos místicos pa- recían antipragmáticos para el nuevo orden “de masas” que buscaban los monarcas. De ahí que surgieron grupos religiosos no aceptados por la ortodoxia católica denominados “sectas místicas”. Una de estas “sectas” fue el quietismo o molinosismo, 12 movimiento iniciado por el español Mi- guel de Molinos (1640-1696) quien estudiaría en el Colegio de San Pablo de los jesuitas y se ordenaría sacerdote hasta alcanzar el doctorado en Teología. Este movimiento es importante porque, como se recordará, una de las advertencias de fray Félix de Alamín dentro del título de su libro es que la obra “preserva contra los errores de Molinos”. 10 Ibid. , p. 147. 11 Ibid. , pp. 204-205. 12 José Luis Abellán, en su obra antes citada, define como “molinosismo” a la doctri- na de Miguel de Molinos mientras que “molinismo” se refiere a la doctrina de Luis de Molina.

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