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Takwá / Historiografías 56 Este proceso se caracterizó por diversos movimientos socioculturales pero en el presente texto nos referiremos específicamente al político y al religioso. La cultura del Barroco está inserta en un momento de desmo- ronamiento político español, y europeo en general, que intenta “a capa y espada” reproducir las costumbres palaciegas y monárquicas dentro de un sistema administrativo débil que durante los últimos años del siglo xvi y su extensión hasta el xvii y el xviii decae tras las bambalinas de la gran puesta en escena que los reyes españoles habían estado evitando desde 1492. Estamos frente a una sociedad desengañada, amenazada y temero- sa que, después de sentirse el pueblo elegido por Dios para evangelizar al mundo, ahora no es más que un pueblo de añoranzas del pasado caba- lleresco, de batallas, triunfos, tierras, riquezas y fe. Ya que los monarcas absolutistas españoles dieron cuenta de esta cri- sis que ponía en peligro su estatus social, convenía, pues, dirigir a sus súbditos hacia la “autoconservación” de la sociedad para que ésta no fuera un factor más del debilitamiento de su poder. Así, el Barroco como época histórica con referentes sociales y políticos, “no es sino el conjunto de medios culturales de muy variada clase, reunidos y articulados para operar adecuadamente con los hombres, tal como son entendidos ellos y sus grupos [...] a fin de acertar prácticamente a conducirlos y mantenerlos integrados en el sistema social”. Una de las formas “menos agresivas” de la conservación es la per- suasión por medio de cosas bellas. En este sentido, siendo los reyes de la decadencia y su Corte personas gustosas del mecenazgo, el Barroco como expresión artística se convierte en un movimiento pragmático que “por debajo de sus desmesuras y exageraciones, a veces alucinantes,” llevó implícita la catarsis de una sociedad muy regulada y con estamentos sociales inamovibles, pues “el Barroco representa una disciplina y una organización mayores que la de otros periodos anteriores”. Así, el Barroco no es la cultura de las excentricidades como símbolo de liberación ideológica y humanística que ensalza las pasiones huma- nas, sino que es la manera en que los gobiernos absolutistas en plena decadencia racionalizan la forma en que se puede controlar al individuo en sociedad canalizando sus “ímpetus” de manera tal que no afecte las del siglo xvii y principios del xviii . Cabe mencionar que en Andrés, Historia de la mística , 1994, la periodización del Barroco español es extendida hasta 1750 cuando las ideas ilustradas se encuentran arraigadas en los proyectos económicos y socio- culturales españoles. José Antonio Maravall, La cultura del Barroco , Barcelona, Ariel, 1983, p. 132. Ibid. , pp. 140-141.

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