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Takwá / Historiografías 70 de la producción de libros, necesita reprobar aquel deseo de aprender y el remedio más eficaz de la época es convertir a Satanás en impulsor de estas falacias por medio del vicio de la avaricia. Además de la sed de conocimiento, el fraile expone en el fragmento reproducido el peligro que corre el religioso al contacto con los libros, pues teniendo uno deseará muchos más. Tejida con esta característica transgresora de todo libro se encuentra la seducción por el objeto mismo, por tener el libro, oler sus páginas, ver quizá los grabados, recorrer con las manos cada página de él: el libro es la representación seductora del mundo pues “nuestra comprensión del mundo, es decir, nuestra ciencia, y nuestra comprensión de nosotros mismos, es decir, nuestra psicología, son producto de nuestras maneras de interpretar y crear textos escritos, de vivir en un mundo de papel”. 49 En efecto, el vicio sembrado por el demonio en las almas de los frailes avariciosos tiene, en mi opinión, dos vertientes: la primera supone un placer sensual que se experimenta con la apropiación material del libro como fuente de saber, como compañero de diálogo, como concientizador del mundo y como miles de puertas que se abren a lo desconocido. La se- gunda vertiente apuntaría sobre la posible herejía que cometa aquél que lee y se place con la interpretación propia del texto según sus expectati- vas. El término mismo de herejía supone desde su etimología este plan- teamiento del peligro de la interpretación particular (del griego, hairesis, que significa “elección propia”). De ahí que, por donde se mire, el libro, sin la rigurosa dirección del poder, es un instrumento satánico. Prueba de ello son las citas en las que Alamín desacredita a Miguel de Molinos, quien escribió postulados sobre la meditación, la contemplación y la pasi- vidad total como vía unitiva hacia Dios debido a una lectura de las Santas Escrituras y del misticismo barroco “inspirado por el demonio”. 50 Conclusiones Este breve análisis sobre el demonio plasmado en la obra de fray Felix de Alamín queda obviamente incompleto para efectos de este escrito. Retomé simplemente los ejemplos que me parecieron más significativos para demostrar de qué manera la obra que nos ocupa cuenta con tintes medievales, matices barrocos y algunas pinceladas de nuevas ideas ilus- tradas que entraban a España a finales del siglo xvii y principios del xviii . Sin embargo, y a pesar del abordaje somero que se ha realizado aquí, 49 Olson, El mundo sobre papel, 1999, p. 39. 50 Desde el título Alamín advierte que su obra “preserva contra los errores de Molinos”.

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