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Takwá / Historiografías 66 la soberbia y la avaricia. El autor asume que existe la ira virtuosa y la ira viciosa, la primera es la ira del mismo Dios o la de sus siervos que con un “apetito de vengança por la honra de Dios, y observancia de su ley, y enmienda de los pecados” 35 se justifica y se aplica de las maneras más atroces e intolerantes llenando las páginas de la historiografía judeo-cris- tiana. La ira viciosa o “ira mala” es, en cambio, la pasión exaltada de la defensa propia hacia injurias, culpas, daños y abusos en contra del feligrés, y así, Alamín pide que no se dé rienda suelta a la ira mala sino a la buena, que se toleren con paciencia los abusos porque es el medio de purgación para los pecados y que se defienda “a capa y espada” la honra de Dios con ira impetuosa y aniquiladora. 36 La ira viciosa tiene diversas manifestaciones como son la locura y la maldición pero el último grado de la ira, y por lo tanto el peor, es el escándalo, pues lo califica como “el dicho, o hecho menos recto, que es ocasion a otros de pecado, pues de las iras descompasadas de las contiendas, contumelias, de los odios, y rencores, y demas pecados de que es causa el iracundo, que han de hazer los demas sino escandalizarse, y murmurar? [porque] es imposible, que quien obra con ira use de la razon; y si falta la recta razon, que se puede esperar sino monstruosidades”. 37 Así las cosas, Satán persuade al iracundo de que todo lo que hacen los demás es en contra de él, y se debe vengar, pues perderá el crédi- to y quedará deshonrado si no toma venganza. Sabiendo Satán quién es más proclive a la ira por escándalo, genera en aquél pensamientos como éste: “Si estoy quieto, y tengo silencio, con esto compruebo, que es verdad el falso testimonio, y que callo, por no tener que responder, y con esso quedo muy mal, y mi credito perdido”; 38 de ahí que sea ne- cesario el escándalo para que toda la comunidad sepa que el iracundo tiene razón en su estado. De este discurso se desprende que para el capuchino la más grave ma- nifestación de la ira no sea la semejanza con los sentimientos del demo- nio que tanto odia a los hombres, sino el escándalo, porque éste tambalea la organización no sólo monástica sino de toda una comunidad española ya devastada política, social, económica y religiosamente, pues los escán- dalos “segregan en cantidades crecientes envidia, celos, resentimiento, odio, todas las toxinas más nocivas”. 39 35 Ibid. , p. 333. 36 Idem. 37 Ibid. , pp. 336-337. 38 Ibid. , p. 347. 39 Ibid ., pp. 34-35.

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