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Vol. 23, N. ˚ 1. pp. 98-126, enero-junio de 2018 116 F R O N T E R A S d e l a H I S T O R I A ¿Antojos de la imaginación o visiones celestiales? que siempre diese vista la Soberana Emperatriz a los enemigos bajeles” (citado en Valiente, “La Pastora Coronada” XXXVIII). La dirigencia de Feliciano de Sevilla y del propio fray Isidoro en estos actos resulta altamente probable. El púlpito y la plaza se convirtieron en los escaparates propagandísticos de la causa borbónica, porque “ponían los capuchinos toda su eficacia en persuadir al pueblo, con vivísimas razones a que no conociesen otro rey, sino a Felipe V” (Sevilla, Florido andaluz pensil , citado en Valiente, “La Pastora Coronada” XXXIX), induciendo a los fieles a derramar su sangre en defensa del monarca. Incluso fray Isidoro escribe que los capuchinos se ofrecieron […] a poner sus pechos por muralla para que, en ellos cebada la ira del enemigo, fuesen el blanco de su primer encono, y así llegasen ya tibios los ardores del enemigo a los vecinos de Cádiz, a quienes prometían su asistencia hasta el último vale de la vida. (Sevilla, Florido andaluz pensil , citado en Valiente, “La Pastora Coronada” XXXIX) La profunda implicación de los capuchinos en el conf licto quedó demos- trada cuando, frente a la inminente entrada de las tropas en la ciudad de Cádiz el día 26 de agosto de 1702, los frailes organizaron con los feligreses una fagina 13 en el perímetro exterior de la muralla para “dificultar el acercamiento de los sitiadores y, a la vez, obtener combustible por si llegaba el caso de un asedio prolongado” (Valiente, “La Pastora Coronada” XXXIV, XLI). Además, durante el asedio, Feliciano de Sevilla dirigió pláticas religiosas a los soldados hispanos para infundirles el deseo de “dar la vida en defensa de su ley, de su rey y de su patria” (Valiente, “La Pastora Coronada” XXXIV, XLI). En enero de 1703, fray Isidoro viajó a Sevilla para asistir al capítulo pro- vincial como informante de los recientes sucesos acaecidos en Cádiz. En dicho capítulo se dispuso que el fraile abandonaría el convento de Cádiz para incor- porarse nueva y definitivamente al cenobio capuchino de Sevilla (Galbarro, “Un autógrafo” 54). Y fue allí donde comenzó la cuidadosa construcción isidoriana 13 La fagina “es leña menuda para encender la gruesa […] También llaman fagina, las hojarascas, di- go las hojas secas […] por cuanto sus hojas, después de secas, son a propósito para lo dicho, y para envolver en ellas los vasos, y otras cosas que han de caminar, para que no topen unas con otras: y debajo de este nombre se entiende toda broza de hojas secas, y espadañas” (Covarrubias 395, voz: “fagina”). Esta acepción se conserva en el Diccionario de la lengua castellana publicado por la Real Academia Española en 1732. Así, Antonio Valiente considera que cuando Isidoro de Sevilla se refiere a la fagina evoca el proceso por el cual se limpia la vegetación de una zona determinada (“La Pastora Coronada”). 08 Rev FRONTERAS DE LA HISTORIA 23-1_AHernandezS.indd 116 2/27/18 11:35 AM

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