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Vol. 23, N. ˚ 1. pp. 98-126, enero-junio de 2018 112 F R O N T E R A S d e l a H I S T O R I A ¿Antojos de la imaginación o visiones celestiales? Granero se refiere a Miguel Mañara (593)— se había retirado del mundo, y ocupaba permanentemente una de las estancias de la casa de la Santa Caridad, aunque también pasaba temporadas en los ambientes ascéticos del monasterio de la Cartuja y del convento de San Pablo de la Breña. Estas prácticas lo moti- varon a disponer un “nuevo método de espirituales ejercicios con que distribuía día y noche” (Arana 36). Como prueba de su desprecio del mundo, Mañara hizo decorar la nueva capilla del hospital de incurables con obras de Zurbarán, Valdés Leal y Bartolo- mé Murillo, a quienes “había hecho hermanos de la Santa Caridad” (Valiente, “La Pastora Coronada” XXV). El programa artístico de la capilla no tiene des- perdicio. Aquí baste señalar que es en esta capilla donde se encuentran dos de los óleos más representativos del sentimiento de caducidad hispano del último cuarto del siglo xvii, realizados por Juan de Valdés Leal entre 1670 y 1672: In ictu oculi y Finis gloriae mundi . No cabe duda de que Miguel Mañara se metamorfoseó simbólicamente de persona a institución, si admitimos que “instituir es consagrar, es decir, sancio- nar y santificar un estado de cosas, un orden establecido, como hace justamen- te una constitución en el sentido jurídico-político del término” (Bourdieu 80). Como depositario de un mandato divino —y, por tanto, legítimo—, el herma- no mayor fue capaz de desplegar lo que Bourdieu llama la magia performativa del ritual 11 , pues […] veneraban, y respetaban tanto todos los hermanos al señor Maña- ra, que si acaso faltaban en algo a su instituto, temían ponerse en su presencia, aunque la reprehensión que el Siervo de Dios les daba solía reducirse a estas solas palabras: Dios, y el Mundo no caben . (Arana 35) 11 “La magia performativa del ritual solo funciona plenamente en tanto en cuanto el apoderado religioso encargado de realizarla en nombre del grupo actúa como una especie de médium entre el grupo y él mismo: es el grupo quien, a través de él, ejerce sobre él mismo la eficacia mágica encerrada en el enunciado performativo. La eficacia simbólica de las palabras solo se ejerce en la medida en que quienes la experimentan reconocen que quien la ejerce está autorizado para ejercerla. O, lo que viene a ser lo mismo, olvidándola e ignorándola: simplemente sometiéndose a ella, como si, por el reconocimiento tácito que se le concede, se hubiera contribuido a fundamentarla. Reside así to- talmente en la convicción de que esa delegación constituye los cimientos mismos del ministerio, esa ficción social, convicción que es mucho más profunda que las propias creencias y ministerios que profesa y garantiza” (Bourdieu 75, 77). 08 Rev FRONTERAS DE LA HISTORIA 23-1_AHernandezS.indd 112 2/27/18 11:35 AM
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