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Vol. 23, N. ˚ 1. pp. 98-126, enero-junio de 2018 108 F R O N T E R A S d e l a H I S T O R I A ¿Antojos de la imaginación o visiones celestiales? Batallón Vicentelo y de Luis Rodríguez de Medina y, por tanto, medio hermano de Jerónima Anfriano, madre de Miguel Mañara (Granero 66-67). Miguel Mañara nació en Sevilla en 1627, siendo el noveno de los ¿diez? hijos procreados por Tomás Mañara Leca y Colona y Jerónima Anfriano Vi- centelo. Un año antes, Tomás Mañara había donado 1.000 ducados a las fuer- zas militares de Felipe IV que luchaban en Cádiz contra la f lota inglesa que intentaba hacerse del territorio, acto que repitió en 1628 cuando desembolsó 4.000 ducados más para la causa. Estas donaciones le hicieron ganar el favor del rey, quien le delegó la administración de las f lotas armadas en la Carrera de las Indias durante tres años. Así, Tomás Mañara administró simultáneamente las inversiones de su fortuna en el comercio transatlántico —calculada hacia 1628 en 300.000 du- cados— y las importantes sumas de dinero que desde la Corte eran dispuestas para la f lota armada, cuestión que seguramente inf luyó en su ingreso a la Casa de Contratación de Sevilla como miembro del Consulado de Cargadores y en el nombramiento que recibió como familiar del Santo Oficio, luego de haber gastado “hartos reales” (Granero 79-81) 7 . Además, Mañara ostentó el cargo de hermano mayor de la Hermandad de San Pedro Mártir, constituida por los fa- miliares del Santo Oficio, por lo que “a él le tocaba portar el estandarte de la fe en los actos públicos, a que asistía colegialmente la Inquisición” (Granero 89). El prestigio que Mañara ganó gracias al cabildeo lo extendió a sus hijos: en 1629 compró para su primogénito Juan Antonio el título de caballero de la Orden de Santiago y en 1630 obtuvo el hábito de la Orden de Calatrava para Miguel Mañara, que entonces solo tenía tres años (Granero 110). Para su hijo Francisco, nacido después de Juan Antonio y antes que Miguel, proyectó una carrera eclesiástica capaz de consolidarlo como miembro del Cabildo de Sevi- lla; sin embargo, el 23 de mayo de 1640, a unos días de tomar el arcedianato de Carmona en la Catedral de Sevilla, el muchacho de diecinueve años murió 7 Los quehaceres que desempeñaban estos familiares del Santo Oficio “se reducían a muy poca cosa: escoltar, si era necesario, y apoyar a los alguaciles inquisitoriales cuando se trataba de prender a algún sospechoso de más cuidado o de capturar algún reo fugado de las cárceles y acompañar a los sentenciados cuando se celebraba auto de fe. Ellos, más que cualquier celoso cristiano, estaban naturalmente obligados a denunciar todo peligro contra la santa religión. Como distintivo de su cargo, en ciertos días solemnes, podían ostentar sobre el pecho la llamada Cruz de Santo Domin- go. Dado que el número de plazas era restringido (en Sevilla no podía haber más de 50 familiares), sucedía entonces lo que ha sucedido siempre: que el favor o el dinero tienen bastante que decir en tales casos” (Granero 89). 08 Rev FRONTERAS DE LA HISTORIA 23-1_AHernandezS.indd 108 2/27/18 11:35 AM

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