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Clío, 2004, Nueva Época, vol. 4, núm. 32 119 Es después de esta hermosa historia cuando Boverio es capaz de escribir las razones por las que los seguidores de San Francisco están tan divididos y pareciera que en constante lucha siendo que están amarrados por el mismo lazo y apunta: De lo que queda dicho en el capítulo antecedente, se colige con facilidad, qual sea la principal causa de tantas reformaciones, como se ven en la Orden de los Menores (en ninguna otra tan frequentes) todas las vezes que a la disciplina regular de su altissimo modo de vida, amena ς a peligro considerable [...] De donde naze que siempre que los hijos desta sacra Familia, sucede no corresponder a la perfeccion devida de su instituto, y desviase de las leyes, e imitacion de su Padre Santissimo, luego para conservar la pureza, y vigor de su Regla, y restituirla al antiguo ser, produce una nueva generacion fecunda de todas virtudes, y abundante de Evangelico espiritu, y da a luz unos nuevo hijos, mas divinos, que humanos, que no solo preservan del riesgo, sino tambien ilustran con mayor, y mas estendidos rayos de santidad. 24 Así pues, las Chronicas capuchinas legitiman a la Orden desde el aspecto eclesiástico pero también desde los fundamentos propios de su reforma, magnificando a la Orden como la más santa y perfecta, constituida no por humanos comunes sino por personas “divinas” dentro de la forma más excelente de vida para los ojos de Dios. Pero sabemos que todo extremo tiene su opuesto. Si estos capuchinos son “una nueva generación de todas las virtudes” significa que del otro lado del campo de batalla está también “una nueva generación de todos los vicios” que éstos han de vencer para poder decirse los “hijos más divinos de Dios”. En este sentido, la dicotomía virtud-vicio nos lleva al plano religioso correlativo que sería Dios-Demonio, recordando que sin el uno el otro es inexistente y que el uno le da validez al otro. Así pues, el Demonio tiene un papel fundamental en las Chronicas no sólo porque así ya lo ha dictado la Iglesia desde muchos siglos atrás, sino porque el Demonio es la causa misma de esta reforma de los franciscanos observantes. Él es quien siembra en las comunidades religiosas la ambición, la adherencia a los placeres mundanos, la creencia en una virtuosidad inexistente, la rebeldía y la ceguedad para no caminar derecho por los senderos de Dios. Boverio lo explica de este modo: En nada se ocupan los malignos espiritus, sino en alentar incessantemente venenosas iras, y furias; nada rebuelven en el animo, sino el fin de la Religion; no –––––––––––––– 24 Ibid. , p. 11.
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