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Clío, 2004, Nueva Época, vol. 4, núm. 32 118 Otro dato importante es que estos magníficos libros cuentan además con la aprobación de los Clérigos de la Orden importantes. Con la de los Lectores en Teología, del Ministro General de los Capuchinos en España y de las Licencias cotidianas que debía contener toda obra impresa, con la aprobación y el elogio del “Reverendissimo Padre fray Ioan Ponze de Leon, Lector jubilado de la Orden de los Minimos de San Francisco de Paula, Calificador del Consejo de su Magestad, de la Santa y general Inquisicion y Visitador de las librerías de España y Reynos de Su Magestad” en cuyo discurso se derrama una pasión desbordante por la vida capuchina. Ponze de Leon escribe que entre los hijos ilustrissimos que tiene esta gran Religión de N. P. S. Francisco, sin ninguna controversia en penitencia, en aspereza de vida, en religiosissima Observancia, son con particularidad hijos de los Religiosissimos Padres de la Familia de los Padres Capuchinos, por estar fundados en la mas verdadera, y rigurosa Observancia de la Regla del glorioso Padre san Francisco [...] alabando con esto, quanto es possible la austeridad de su religioso vivir, el menosprecio del mundo, la negacion de si mismos, sus continuos ayunos, sus oraciones sucesivas, sus diciplinas no interpoladas, el rigor de sus penitencias, y otras muchas acciones de puros, y verdaderos religiosos [...] son los hijos verdaderos, e indubitables del glorioso Padre san Francisco, y que descienden dél por verdadera, y nunca interrumpida línea [...] 21 El traductor de los primeros tres tomos, Francisco Antonio de Madrid, escribe que los “obreros” de Dios, fr. Mateo de Baso (sic) y fr. Luis de Fosambruno (sic) fueron el medio con que Dios se valió para “poner en el Mundo la reformacion de los Capuchinos, apartandola del gremio de la Observancia, y erigiendola en nueva Congregación” y no sólo se refiere a una nueva congregación sino que insistentemente hace referencia a “mi Religión de los Capuchinos” como un intento de demostrar las grandes diferencias que existían entre conventuales, observantes y capuchinos en el seguimiento de la Regla Franciscana. 22 La historia comienza con el llamado de Dios a San Francisco cuando en tiempos de Inocencio III el seráfico padre sueña que la Iglesia de San Juan de Letrán se caía y “un varon pobre, y despreciado (san Francisco) [...] a la Iglesia sustentava, y preservava de la cayda” y poco tiempo después “oyó aquella voz celestial de Dios. Anda Francisco repara mi casa, que se va a caer”. 23 –––––––––––––– 21 Ibid. 22 Ibid. 23 Ibid. , p. 8.
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