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Anel Hernández Sotelo / Doctos dicterios . Controversias escriturales... 61 niega. ¿Qué coherencia puede esperar en lo individual de la Obra quien al primer paso encuentra una contradicción tan palpable entre el grueso de ella, y el título?” Y, luego de un sarcástico discurrir sobre la obra de Flan- des, el benedictino terminaba su carta con palabras no menos filosas: Lo que he expuesto es la muestra del paño. Todo el resto de la pieza es de la misma calidad. No se pueden poner los ojos en parte alguna, sin encontrar, o un pensamiento absurdo, o una especie que no viene al caso, o una doctrina siniestramente entendida, o una consecuencia mal hilada, o una crítica torcida, o una farfala confusa […]. No conozco al P. Flandes, ni le había oído nombrar, por lo menos no me acuerdo, hasta que con ocasión de este Librejo se puso su nombre en la Gaze- ta. Pero habiendo sido Provincial en una Religión que tanto abundan de hombres Doctos, debo suponer que él también lo es, y con alguna distinción. Por consiguiente juzgo inverosímil que sea suya una tan es- trafalaria impugnación. Y aun cuando la impugnación fuese tolerable, no me atrevería yo a atribuírsela; porque esto de procurar el nombre de Autor sin más coste que el impugnar a otro, es propio de los pobre- tones de la República Literaria, que sólo vestidos de andrajos salen a la plaza; es ser Autor al baratillo: porque aun para impugnar mediana- mente basta mucho menos que mediana habilidad. Ignoramos si alguna vez Feijoo y Flandes se tuvieron frente a frente. Sin embargo, sabemos que cuando el benedictino se enteró de la muerte del capuchino, escribió a su amigo don José Ximénez Roldán: “siento la muerte del Padre Maestro Flandes, bien que me consuela en ella la consi- deración de que moriria como buen capuchino, y que llevaria sus quentas al Tribunal divino con mucha limpieza y claridad, quiero dezir sin aquella confusion y desorden que reinavan en sus escritos”. 100 En su momento, la obra de Luis de Flandes supuso un filón contro- versial importante no sólo en la Península Ibérica, sino en el mundo tran- socéanico. Más que un texto, El antiguo académico es un retrato de la ideología cerrada y conservadora que compartía buena parte de la comu- nidad hispana, no sólo la capuchina. Leer el mundo bajo el cobijo de las autoridades dogmatizadas desde Roma suponía aferrarse a un sistema de enunciados y de juicios de valor que durante la primera mitad del siglo XVIII español comenzaban a tambalearse. Y es que en el mundo his- pano donde el sistema newtoniano iba ganando poco a poco su lugar, 101 100 Torres Fontes, “Notas”, p. 1000. 101 Reguera Rodríguez, “Newton” y Moreno Gamboa, “Las obras”.

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