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Letras Históricas / Entramados 46 capuchinos Tronchón y Torreblanca en su Apología introductoria al tra- bajo de Flandes. El trinitario desmenuzó la carta feijoniana sobre el Arte de Llull argumentando, entre otras cosas, que el mallorquí era venerado en culto público no sólo por su elocuencia y sabiduría, sino por su condi- ción de mártir de la Iglesia, título tolerado por los obispos e inquisidores aunque no determinado canónicamente. Fray Miguel apunta que, aunque era cierto que en algún momento la doctrina lulista fue perseguida como doctrina herética, 32 los exámenes sucesivos habían determinado la exis- tencia de “dos Raymundos Lulios; uno Martyr, y puro en doctrina; otro Apostata, y Autor de muchos, y feos errores, que engañados imputaron al primero, los que no supieron huviesse habido mas que un Raymundo Lulio”. Así, a pesar de que críticos como Feijoo y Luis Antonio Muratoni descalificasen el Arte de Ramón Llull, la tradición contaba con apologis- tas que a través de los siglos alabaron y alaban la erudición del mallor- quí. 33 Y es que Feijoo en la referida Carta 22 escribió de Lull que “no se le pude negar haber sido hombre de algo especial ingenio, aunque más sutil y travieso que sólido”, 34 mientras que el jesuita italiano Ludovico Antonio Muratori (1672-1750), conocido también como Lamindo Pritanio , escribió en su Delle reflessioni sopra il buon gusto (1723) que ora conviene favellare alquanto dell’Arte inventata dal famoso Raimon- do Lullo; non gía perché questa sia un delirio, ma perché su proposta dal suo Autore, e da altri suoi seguaci, con un poco di Fanatismo. Tale chiamo io quell’aver sognato il Lullo Rivelazioni e Visioni divine per lo ritrovamento di essa, amando io appellarlo non Impostore, siccome altri hanno fatto, ma solamente Fanatico. 35 Para el trinitario la obra de Luis de Flandes restablecía “la buena fama” de la filosofía antigua, ahora despreciada por “los Modernos”, aun en temas de alquimia, pues si la figura de Alberto Magno, virtuoso en 32 El inquisidor aragonés Nicolás Eymerich (ca. 1340-1399) persiguió a los lulistas princi- palmente porque una de las doctrinas de Llull consideraba ilícita la conversión forzada de infieles, pues con ello en lugar de salvar almas, se les destruía. Véase Pérez Martí- nez, Els fons manuscrits lul.lians , pp. 198-201; Xirau, Vida y obra , pp. 203-266 y Finke, “Nicolás Eymerich”. 33 Flandes, El antiguo , tomo I , “Aprobacion [de] fr. Miguel de San Joseph…”, sin paginar. 34 Feijoo y Montenegro, “Sobre el arte de Raimundo Lulio”. 35 Muratori, Delle riflessioni , parte primera, p. 299. Esta obra contó con una “traducción libre” al castellano donde desaparecieron varios episodios del original, entre ellos el pasaje crítico sobre Ramón Lull. Véase Sempere y Guarinos, Reflexiones.

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