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123 revista de la facultad de filosofía y letras E S T U D I O que se conservaba en Asís “con el capucho largo, y agudo, cosido a el, y sin par- te alguna que cayesse à los ombros, ni las espaldas” (1644:43). El mismo Mateo se dirigió a Roma para pedir aprobación papal al nuevo género de vida ascético. En 1525, Clemente vii le concedió la facultad de ves- tir de aquella manera, de practicar la pobreza con el severo espíritu del santo fundador y de habitar en un lugar solitario donde pudiera “observar la Regla sin glosas que la mitiguen, y a predicar a los fieles la palabra divina” (Carroce- ra, 1949: 2) con la única condición de que “cada año, en el tiempo del capítulo, debería presentarse al ministro provincial, para testimoniar que estaba sujeto a obediencia” (Pena, 2000: 51). A esta empresa se unieron los hermanos Ludo- vico y Rafael de Fossombrone. Ambos practicaban la vida conventual de la ob- servancia, Ludovico como sacerdote y Rafael como lego. La unión de estos tres frailes no fue cosa fácil: los hermanos Fossombrone eran fugitivos. Según la historiografía capuchina, Ludovico escapó de un con- vento italiano de la observancia para buscar un pequeño eremitorio y vivir ra- dicalmente la Regla. Rafael, que era laico, acompañó a su hermano en la fuga. Ambos tuvieron un primer encuentro con Bascio pidiéndole que los aceptara en su eremitorio; sin embargo, éste se negó porque “tenía claro que el permiso re- cibido de la Sede Apostólica era una concesión estrictamente personal” (Pena, 2000: 52). Creemos que el factor decisivo para la formación de este nuevo grupo de eremitas fue la necesidad de protegerse de la persecución de los observantes. Obviamente la observancia vio en estos tres reformadores un punto de sub- versión que debía sofocarse pues, de otro modo, se corría el riesgo de una nue- va fractura dentro de la comunidad franciscana que tanto trabajo había costado cohesionar. Es necesario tomar en cuenta que apenas unos años antes (1517) se había corroborado por bula de León x la definitiva organización gubernamen- tal de los franciscanos, quedando cerrada la posibilidad de más controversias entre ellos. Por otro lado, hemos de contemplar que para 1525, año en el que Bascio comenzó su reforma, el influjo de Martín Lutero ya se sentía en toda Eu- ropa. Cuatro años antes, el emperador Carlos V invitó al agustino a rectificar su doctrina en la Dieta de Worms y, al no obtener los resultados esperados, se iniciaba la gran lucha entre católicos y protestantes. La religiosidad moderna estaba en ebullición y una reforma como la de Bascio y los hermanos Fossom- brone, levantaba muchas sospechas entre la comunidad católica. Los nuevos reformados fueron perseguidos (incluso Mateo de Bascio fue encarcelado bajo la orden del Provincial observante de la región italiana de Las Marcas, Juan de Fano) pero gracias a la protección de la duquesa de Cameri- no, Catalina Cibo, los capuchinos pudieron obtener del Cardenal Penitenciario Lorenzo Pucci “letras apostólicas en forma de Breve” tituladas Ex parte vestra -18 de mayo de 1526- (Carrocera, 1949: 2) por las que se les permitió guardar la regla franciscana en vida eremítica y predicar al pueblo la pobreza material y la riqueza espiritual. Pero no fue sino hasta 1528 cuando el Papa Clemente vii expidió la bula “que empieza Religionis zelus ” en donde la Orden de frailes menores capuchi- nos quedaba práctica y canónicamente erigida (Carrocera, 1949: 2). Según el padre Iriarte, por medio de esta disposición pontificia los reformados tenían facultad para llevar vida eremítica, guardando la regla de san Francisco, de usar la barba y el hábito con el capucho piramidal [que ha decir de ellos, era la réplica per- fecta del usado por san Francisco] y de predicar al pueblo; quedaban los reforma- dos bajo la protección de los superiores conventuales, pero bajo el gobierno directo
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