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122 mada Ite et vos , con la que determinó que todas las reformas franciscanas reali- zadas con vistas al mayor rigor en la observancia de la Regla, se aglutinaran bajo la dependencia de un ministro general y que llevasen el nombre de Frailes me- nores de san Francisco de la regular observancia. Sin embargo, los conventuales continuaron con el favor papal dado su peso político, por lo que se dispuso que ellos constituyeran otra familia franciscana, comandada por su ministro general, llamada de Frailes menores conventuales (Carrocera, 1949: 1). A finales del siglo xv, el cardenal franciscano Jiménez de Cisneros con el apo- yo de los Reyes Católicos y de la bula conocida como Mare magnum -dictada por Sixto IV-, terminó con estas divisiones en el territorio ibérico, apoyando a la ob- servancia y tratando de desmembrar a la facción de los conventuales, tarea difi- cilísima por la gran relación de abogacía entre éstos últimos y Roma. Finalmente, triunfó la observancia española, cosa que se reflejó en los primeros doce evange- lizadores franciscanos que arribaron al “Nuevo Mundo”. La supresión definitiva de la rama conventual en España se realizó en tiempos de Felipe II. 2 La historia de esta serie de reformas franciscanas apoyada por el peso po- lítico y religioso de los reyes españoles significó también la oposición contun- dente de la cristiandad a la reforma capuchina y el rechazo de su entrada en territorio ibérico. Una reforma más olía a heterodoxia. Breves notas de la historiografía capuchina Ya hemos dicho que desde sus inicios la Orden de frailes menores estuvo em- papada de controversias que generaron diferentes ramas en la doctrina francis- cana. A pesar de estas diferencias, gracias a las bulas papales, todas las ramas observantes se gobernaban por un vicario general de la observancia pero du- rante las primeras décadas del siglo xvi la Orden de los frailes menores de san Francisco vio nacer la reforma más drástica dentro de la familia franciscana: el nacimiento de la Orden de frailes menores capuchinos (O. F. M. Cap.). La facción de los observantes parecía favorita en todo lugar donde se co- nocía la vida y obra de san Francisco de Asís y tenía su jurisdicción sobre todo en el territorio de Umbría, región administrativa de Italia central con capital en Perugia. A la vista del franciscano observante Mateo de Bascio (para otros, Ma- teo de Bassi o Mateo de Baso), los principios del seráfico padre de Asís estaban corrompiéndose a la manera de los conventuales en dicha región. Bascio había ingresado a la Orden en 1510 y, recibido el sacerdocio, dedi- có su vida al apostolado de la predicación y a la asistencia de los contagiados por la peste italiana que golpeó fuertemente diversas regiones, entre ellas la de Camerino, desde 1522 (Carrocera, 1949: 1-2). Resguardándose en una capilla consagrada a la Virgen María, Bascio y otros compañeros, brindaron su aten- ción al socorro del pueblo. A partir de esta experiencia, en 1525, decidió volver al eremitismo de los orígenes franciscanos, deseoso de mayor perfección y so- ledad. Según las crónicas capuchinas, un día san Francisco se apareció a Mateo vestido con una túnica angosta y raída con capucho puntiagudo, y le aseguró que la voluntad de Dios era que guardase la Regla “a la letra”. Hemos de ano- tar que según Zacarías Boverio, cronista oficial de la Orden, antes de tal apari- ción, un religioso había explicado a Mateo cómo era el hábito de san Francisco 2. Es importante resaltar que en 1897 por la bula Felicitate quadam, promulgada por León XIII, se determinó que des- calzos, observantes, reformados y recoletos conformaran en lo sucesivo Orden de Frailes Menores. Con este mismo documento pontificio se reactivó la conventualidad y la independencia capuchina. Las tres ramas quedaron divididas bajo los nombres de Orden de frailes menores observantes, Orden de Franciscanos Conventuales y Orden de frailes Menores Capuchinos (Añorbe 1951: 3).

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