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121 revista de la facultad de filosofía y letras E S T U D I O ahí que esta comunidad religiosa sea una de las que más número de variantes posee puesto que, en ciertos momentos coyunturales, los frailes sentían la ne- cesidad de volver a las reglas primitivas y así fue posible el nacimiento de di- versas ramas de una misma raíz franciscana. Una de las primeras diversificaciones se dio justamente pocos años antes de la muerte de Francisco y continuó hasta bien entrado el siglo xvi. Dos fue- ron los opositores: los conventuales y los observantes. De estas dos ramas son ya conocidas sus querellas en obras clásicas como la de Bataillon (1996). Además de estos dos grupos antagónicos —pese a su raíz común- perfec- tamente organizados, existieron eremitorios y oratorios autónomos y espontá- neos de hombres que decidían retirarse de la vida mundana sin adscribirse ni a la conventualidad ni a la observancia. Nacieron también las congregaciones de observancia “cuyo estilo de vida aspiraba a potenciar la interioridad del in- dividuo a través de la oración y de la mortificación con el apoyo de la vida co- munitaria” (Martínez, 2004: 113). Estas congregaciones fueron ganando favor de las autoridades eclesiásticas y se consideraron legítimos herederos de la Re- gla franciscana. Así, a partir de 1415 estas comunidades apoyaron al movimien- to de los observantes en su lucha contra los excesos de la facción conventual. Durante el siglo xv, surgió otra importante reforma franciscana, ahora dentro de los mismos observantes. Si bien éstos decían practicar la “estrecha obser- vancia” de la Regla, algunos grupos de observantes reformadores propugna- ban la práctica de la “observancia más estrecha” o “estrechísima observancia”. De esta “más estrecha y estrechísima observancia” nació la rama descalza de los franciscanos bajo el amparo de Juan de Guadalupe, discípulo de Juan de la Puebla (muerto en 1495), quien fue el fundador de eremitorios franciscanos en Extremadura, España. Guadalupe promovió el regreso a la primitiva Regla y reflexionó sobre los factores que hacían que la “regular observancia” se perdie- ra, concluyendo que dos eran las causas fundamentales: la dependencia a los superiores observantes y el tipo de hábito que utilizaban estos frailes, a saber, con capilla redonda. Los franciscanos de la época que buscaron el retorno a los orígenes argumentaban que el uso de capilla redonda era un elemento decora- tivo que san Francisco no hubiera aceptado. En 1496 Juan de Guadalupe logró obtener del Papa Alejandro VI dos con- cesiones: un breve que le autorizaba a retirarse a unos eremitorios en tierras de Granada con otros compañeros, vistiendo el mismo hábito que san Francisco (capucho largo y puntiagudo, acortando el vestido, añadiendo remiendos por la parte exterior y suprimiendo las sandalias) para vivir el rigor de la observan- cia; y la dependencia directa en sus actividades religiosas al ministro general y no al vicario provincial observante. La rápida expansión de la descalcez fran- ciscana fue posible gracias al ingreso de Pedro de Alcántara (1499-1562), luego santo, fundador de conventos enmarcados en esta “estrechísima observancia” (Martínez, 2004 y Pi, 1995). De ahí que, como diremos más adelante, estos des- calzos fueran conocidos también como alcantarinos y, en ciertas regiones de España y Portugal debido al uso del capucho largo, como capuchinos (Pelaez, 2004; Martínez 2004). La causa observante y el resto de sus reformas fueron, entonces, ganando te- rreno a los conventuales y por la bula Ut Sacra Ordinis Minorum de 1446, Eugenio vi determinaba la independencia de los observantes frente a los conventuales, con lo que cada facción tendría sus propios vicarios generales, provinciales y locales (Martínez, 2004: 122). Para corroborar esta bula, en 1517, León X decretó otra, lla-

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