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119 revista de la facultad de filosofía y letras E S T U D I O El trabajo que presentamos persigue ser la excusa de otras indagaciones y de otra manera de entender la relevancia de esta comunidad dentro del com- plejo crisol religioso del Barroco español y virreinal. Aunque sus fundaciones más tempranas en las zonas americanas pertenecientes a España fueron sura- mericanas, creemos que en el ámbito novohispano el estudio de la Orden de los capuchinos merece atención debido a que en los fondos antiguos de nues- tro país es posible encontrar muchas obras que fueron exportadas por los ca- puchinos españoles e, incluso alguna, como la Carta familiar del padre Ajofrín, se imprimió por primera vez en México hacia 1765 con un objetivo muy par- ticular: dar a conocer la historia de la Orden capuchina y su diferencia con el franciscanismo observante en un lugar donde no pudieron fundar conventos durante el periodo barroco. La primera parte es un recorrido por la historia del franciscanismo y sus reformas. Consideramos de suma importancia este recorrido historiográfico debido a que sin él es difícil entender la oposición a la reforma de los frailes ca- puchinos por parte del resto de las ramas franciscanas. En un segundo aparta- do hablaremos propiamente del origen y la consolidación de la Orden de frailes menores capuchinos, consolidación que tuvo como principal obstáculo el po- der de Carlos V y de su sucesor. Concluimos con algunas hipótesis por las que creemos que la Orden ha sido condenada a un ausentismo historiográfico , a un olvido por parte de los historiadores de la religiosidad de la época moderna. Aproximarse a la reforma capuchina: un recorrido necesario Desde sus inicios, a finales del siglo xii, la Orden de frailes menores (O.F.M.) estuvo empapada de controversias que generaron diferentes ramas en la doc- trina franciscana. La influencia de san Francisco para el mundo medieval y mo- derno es incuestionable, sin embargo, también es verdad que el movimiento franciscano —mejor dicho, el poliedro que constituye al movimiento francis- cano- originado por la existencia histórica del personaje a lo largo de los siglos no puede definirse como un todo acabado. Francisco fue un moderno preocupado por las diferencias socio-económi- cas dentro de un mundo de opulencia-mendicidad, por el acceso de los laicos a la espiritualidad católica y por el inminente crecimiento de la economía mo- netaria que abría cada vez más la brecha de las desigualdades sociales, políti- cas y religiosas. También fue un hombre revolucionario que luchaba contra los cánones de un mundo envuelto entre “la fe farisaica de los bizantinos, el fa- natismo de los españoles y el dogmatismo escolástico de Alemania y Francia” (Gebhart, 1906; citado en Le Goff, 2003: 59). Sin embargo, existe un problema de origen: durante su vida el santo no pudo instituir las directrices concretas de un fenómeno religioso que había ini- ciado y que comenzó a masificarse muy pronto. Incluso en sus escritos, se nos deja ver como un hombre en continua duda sobre esa forma de vida que bus- caba y la manera de compaginarla con una Europa medieval sostenida en insti- tuciones. Esta misma disyuntiva se repetirá a lo largo de los siglos y, a su paso, verá nacer continuas reformas de una raíz común. 1 1. Los movimientos reformistas con vistas al retorno originario no son exclusivamente franciscanos. No queremos extendernos sobre el asunto, sin embargo, vale la pena apuntar que incluso todos los movimientos calificados como heréticos, no sólo medievales sino modernos, tuvieron en común la necesidad de una vuelta a la fe y las prácticas espirituales que se consideran más cercanas a los preceptos bíblicos o a los preceptos de su fundador.

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