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Academia Mexicana de Literatura Moderna - Sociedad Académica de Historiadores Editorial Sagitario 366 gran parte de la obra estudiada es una exhortación a la meditación y a la contemplación para alcanzar a Dios mediante la oración pero con la estricta leyenda ―Preserva contra los errores de Molinos‖ como consecuencia de la represión inquisitorial de la que el fraile fue protagonista unas décadas antes de la publicación de las Falacias en 1714. Es pues, el movimiento de las últimas décadas del siglo XVII y gran parte del XVIII, un intento desmesurado por el retorno a los grandes imperios por parte de los reyes y los eclesiásticos, éstos últimos con la herencia legada desde el ―Renacimiento‖ [siglos XIV al XVI] de exacerbar los castigos del infierno y los premios divinos del cielo. Sin embargo, esta herencia no podía traspasarse tal cual a una sociedad suficientemente distinta a las sociedades renacentistas y medievales que se preocupó por el conocimiento de las emociones, pasiones y comportamientos del hombre con obras científicas, literarias y religiosas tan importantes como los estudios de la melancolía, las obras de Shakespeare, Lope de Vega y Cervantes que se concentran en el retrato de las pasiones humanas y la literatura mística de Luis de Granada, Santa Teresa y Fray Luis de Granada, entre otros. Así, la refuncionalización de la figura del demonio durante los siglos XVII y XVIII tuvo que partir de una adecuación a la ―cultura de masas‖ dispuesta por los reyes y los sacerdotes que yuxtapusieron el racionalismo con la manipulación de los comportamientos creando un autoritarismo disfrazado de una ―libertad controlada‖, en términos de Maravall, en donde la persuasión toma el lugar del mandato. Redefinir al demonio viene a ser entonces una táctica de ―regresar al cauce‖ a la sociedad en crisis pues, según Jacques Le Goff en palabras de Augé, durante el siglo XVII se presentaron ―epidemias de sueños‖ en los que ―la presencia del diablo, y detrás de esta presencia, la de la protesta y de la herejía, siempre resultaron sospechosas, especialmente cuando los sueños parecían constituirse en un ‗contrasistema cultural‘ y la protesta onírica parecía contribuir a la constitución de la herejía‖. 1280 De ahí la necesidad de un demonio interior, persuasivo, que habite en el consciente y en el inconsciente de la gente para que cada persona fuera capaz de regularse con respecto a los modelos conductuales conservadores que se pretendían en la época pues los imaginarios individuales sobre el demonio, producto de los debates religiosos generados desde el siglo XIV que provocaron contradicciones y versiones encontradas de los orígenes y las funciones del demonio, debían ser ―colonizados‖ con ―lo imaginario y la memoria colectivos [que] constituyen una totalidad simbólica por referencia a la cual se define un grupo en virtud de la cual ese grupo se reproduce en el universo imaginario generación tras generación‖. 1281 Sin embargo, esta nueva definición del ―demonio de la transición‖ que Alamín retrata, como hemos visto, no pierde sus reminiscencias ancestrales y medievales, pues los procesos de larga duración como lo es la construcción imaginaria de este gran personaje son ―redes mitológicas‖ definidas como por Roger Bartra como una respuesta sociocultural al hecho de que la humana es una especie que carece de nicho ecológico preciso, lo que ha impulsado el desarrollo de una enorme variedad de manifestaciones culturales. El resultado ha sido una permanente aunque poliforme condición de extrañeza tanto en relación con el hábitat como por lo que respecta a la diversidad de culturas. Así, extranjero sin un edén o nicho y rodeado de seres similares pero dotados de extraños comportamientos lingüísticos y culturales, el ser humano inventa mitologías para reflejar y enfrentar su condición. 1282 De ahí que, además de las distintas manifestaciones culturales, debamos observar las variedades de un elemento de larga duración, como lo es la figura del demonio, dentro de ciertos lapsos temporales y, en este sentido, estudiar al diablo en un periodo específico [finales del XVII y principios del XVIII], en un espacio determinado [España] y enfocados a una ideología en particular [la del fraile capuchino Alamín] sirve pues para definir lo que determinado sector de la sociedad entendía como demonio y sus falacias o engaños, es decir, su comportamiento porque bien lo apunta Papini: ―el Diablo todavía es muy poco conocido. Este ser infame, pero famoso, invisible y omnipresente, ora negado y ora adorado, ya temido y ya vilipendiado, que tuvo sus cantores y sus sacerdotes, sus cortesanos y sus mártires, es más popular que comprendido, más representado que conocido‖. 1283 Así, la presente tesis es un intento de Diabología en contraposición de la Demonología, entendiendo por ésta última los estudios de los servidores de Satán y definiendo la primera como un estudio que ―deja a un 1280 Ibíd. , p. 88 1281 Ibíd ., p. 76 1282 BARTRA, Roger, ―El Otro y la amenaza de transgresión‖ en Desacatos , México, CIESAS, No. 9, Primavera-Verano 2002, p. 122. 1283 PAPINI, Giovanni, El diablo , México, Alamah, 2002, p. 14

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