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Enciclopedia del Trabajo Historiográfico Iberoamericano Tomo I Editorial Sagitario 365 El vaniloquio corresponde a las palabras que carecen de los tres fines por los que Dios ha dado al hombre la lengua. El primer fin es para que el hombre alabe a Dios, dé gracias y ―se ocupe en cosas de su agrado‖; el segundo, es ―para enseñar, corregir, consolar, o ayudar al proximo en lo espiritual, y temporal, exercitando con él obras de caridad‖; el tercer fin es ―para solicitar las cosas necesarias para los bienes temporales, y espirituales‖, 1275 todas las demás enunciaciones que no correspondan a estos tres fines y que se basen en la curiosidad, vanidades, cosas superfluas e inútiles constituyen el vaniloquio. Sus daños son similares a los del ociosiloquium, de donde sale que los vicios de la lengua expuestos por Fray Félix de Alamín son como primos hermanos de un solo error mortal: el habla pues el remedio que propone el fraile para todos estos vicios es ―huir de las ocasiones de hablar‖, es decir, el silencio. Sin embargo, ―el silencio tiene, si le damos tiempo, una virtud que aparentemente lo niega, la de obligar a hablar‖ 1276 pues en este mundo caracterizado por la importancia de las palabras y sus efectos, el creyente o el clérigo aterrados por las consecuencias que pudieran traer sus palabras viciosas, prefirieron hablar con Dios, en silencio: hacer oración mental. Incluso, esta cultura del silencio se vio protegida por las Sagradas Escrituras pues algunos clérigos habían hecho notar que éstas ―no mencionan que la virgen haya hablado más de cuatro o cinco veces en toda su vida.‖ 1277 La relación del silencio con el habla es entonces que, aquel que ―custodia su lengua‖ y la mantiene en silencio es más capaz de comunicarse con Dios y así llegar a la perfección espiritual. 1278 CONCLUSIONES Después de esta reconstrucción cultural sobre el demonio dibujado en una de las obras de fray Félix de Alamín, Las falacias del demonio , es posible cerrar, más no culminar, esta investigación con las siguientes reflexiones. El periodo conocido como Barroco no fue un mero movimiento artístico y literario sino un movimiento político y religioso de regeneración de las estructuras sociales clásicas de los periodos monárquicos frente a una Europa en crisis que poco a poco vivía diferentes tipos de decadencia en cuanto a lo político, económico, eclesiástico, social y cultural. Esta influencia barroca del siglo XVI se ha prolongado incluso hasta nuestros días cuando la gran parte de los países del mundo se encuentra en un verdadero caos. Obviamente, estas ideas golpearían a los siglos XVII y XVIII que, políticamente, vieron un resquebrajamiento de los regímenes antiguos para consolidar nuevos estamentos sociales en donde la burguesía tomaría los altos mandos de poder y los títulos nobiliarios desaparecerían con la victoria colosal del capitalismo. En este contexto histórico surge la obra del fraile capuchino Alamín cuando la transición entre las monarquías absolutistas y los gobiernos de los ―déspotas ilustrados‖ es inminente a pesar de que los esfuerzos tanto políticos como eclesiásticos intentaban evitarla, sobre todo en una España tradicionalista recia a las novedades de fondo y a sus representantes, los ―novatores‖. Dado que todo hombre es hijo de su tiempo, el fraile no podía menos que sentir la influencia de esta corriente pre-ilustrada que venía desarrollándose y plasmar en su obra la idea de un ―demonio de la psique‖ que, al contrario de las usanzas medievales, más que tener una presencia física obvia se inmiscuía en el pensamiento humano mediante la persuasión. En este sentido, la persuasión fue un tema importante de la pretendida auto-conservación pues fue necesario tejer redes de control conductual en el imaginario de las personas mediante la estrategia de lo que Marc Augé llama ―placer preliminar‖ por medio de la creación artística y literaria, para que el individuo sea capaz de ―dividir su yo en yoes parciales, por efecto de la observación de sí mismo y en consecuencia a personificar las corrientes conflictivas de su vida psíquica y a encarnarlas en diferentes héroes [pues] mientras las fantasías de los demás nos dejan habitualmente fríos, pueden procurar placer cuando se las presenta en forma literaria‖ 1279 Sin embargo, y a pesar de este cambio de mentalidad en cuanto a las acciones concretas de Satán, hemos visto que Alamín no podía escaparse de los antecedentes que forjaron gran parte de la cristiandad española como el misticismo, los exemplas medievales y la persecución de las ideas de Molinos. De aquí se deriva que 1275 Ibíd., p. 473 1276 J. Saramago, Op. Cit ., p. 345 1277 S. Pérez Cortés, Op. Cit ., p. 47 1278 En este sentido, véase el trabajo arriba citado donde el autor hace una análisis de los diferentes tipos de silencios eclesiásticos, las penitencias alrededor de la mentira y las palabras viciosas, el deshonor del que recibe la mentira y la autonomía del mentiroso. Me parece un estudio interesante. 1279 AUGÉ, Marc, La guerra de los sueños. Ejercicios de etno-ficción , Barcelona, Gedisa, 1998, p. 71
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