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Academia Mexicana de Literatura Moderna - Sociedad Académica de Historiadores Editorial Sagitario 358 comunicación por excelencia, incluso quienes no saben leer ni escribir buscan ―escribanos‖ que por cierta cantidad leen o escriben cartas para tener contacto con su gente a pesar de la distancia. 1219 La escritura entonces comunica y el libro se convierte en el baúl dorado que guarda y recopila los tesoros que de ella se derivan. Desde el siglo XVI se comienza a gestar la idea de ―bibliotecas públicas‖ para el común que ya sabe leer y puede tener contacto con ciertos libros aceptados por el Santo Oficio; las ―bibliotecas personales o particulares‖ también se ponen en boga y los libros adquieren algún espacio específico de la habitación para su resguardo y su lectura. El libro durante el Barroco se ―democratiza‖ con la imprenta 1220 de tal manera que, a pesar los altos costos de algunas ediciones, su adquisición ya no es sólo un privilegio de unos cuantos al estilo medieval, lo que permite un contacto con el objeto que incluso se convierte en una ―forma de vida‖, prueba de ello es que el rey y otros grandes personajes no guardan sus libros favoritos en las ―bibliotecas reales‖ sino que los llevan consigo en sus viajes, a sus palacios, a sus casas de descanso, etc. 1221 Esta expansión libresca que ahogó a los lectores europeos en muchas pasiones prohibidas por la Iglesia y por el poder político es la que quizá asusta a nuestro capuchino pues el libro esencialmente es un elemento transgresor: ―el texto es ―producido‖ por la imaginación y la interpretación del lector que, a partir de sus capacidades, expectativas y de las prácticas propias de la comunidad a la que él pertenece, construye un sentido particular‖ 1222 en los espacios vacíos que el escritor irremediablemente deja a lo largo del texto y que permiten al lector construir una nueva significación de lo escrito. En este sentido, ―desear libros para aprender‖ abre la posibilidad de entrar al texto con interpretaciones propias susurradas por el demonio, interpretaciones capaces de cuestionar, debatir, interpelar lo leído. La Iglesia, ya bastante traumada por estas inocentes interpretaciones y en medio de un apogeo en la producción de libros, necesita reprobar aquel deseo de aprender y el remedio más eficaz de la época es convertir a Satanás en impulsor de estas falacias por medio del vicio de la avaricia. Además de la sed de conocimiento, el fraile expone en el fragmento reproducido, el peligro que corre el religioso al contacto con los libros pues teniendo uno deseará muchos más. Tejida con esta característica transgresora de todo libro se encuentra la seducción por el objeto mismo, por tener el libro, oler sus páginas, ver quizá los grabados, recorrer con las manos cada página de él: el libro es la representación seductora del mundo pues ―nuestra comprensión del mundo, es decir, nuestra ciencia, y nuestra comprensión de nosotros mismos, es decir, nuestra psicología, son producto de nuestras maneras de interpretar y crear textos escritos, de vivir en un mundo de papel‖ 1223 Así las cosas, el vicio sembrado por el demonio en las almas de los frailes avariciosos tiene, en mi opinión, dos vertientes: la primera supone un placer sensual que se experimenta la apropiación material del libro como fuente de saber, como compañero de diálogo, como concientizador del mundo y como miles de puertas que se abren a lo desconocido. La segunda vertiente apuntaría sobre la posible herejía que cometa aquel que lee y se place con la interpretación propia del texto según sus expectativas. El término mismo de herejía supone desde su etimología este planteamiento del peligro de la interpretación particular. 1224 De ahí que, por donde se mire, el libro, sin la rigurosa dirección del poder, es un instrumento satánico. Prueba de ello son las citas en las que Alamín desacredita a Miguel de Molinos quien escribió postulados sobre la meditación, la contemplación y la pasividad total como vía unitiva hacia Dios debido a una lectura de las Santas Escrituras y del misticismo barroco ―inspirado por el demonio‖. 1225 1219 Cabe mencionar que una de las prácticas cotidianas europeas de esta época que se extendió incluso hasta el siglo XIX fue el arte de leer para los otros, la lectura en voz alta, donde encontramos lectores auditivos de las obras clásicas de la época. Afirmo que es un arte porque el lector en voz alta debe tener la capacidad de mimetizar con su voz las situaciones y emociones plasmadas en la obra escrita para mantener la atención de su lector auditivo. 1220 OLSON, David. R, El mundo sobre el papel. El impacto de la escritura y la lectura en la estructura del conocimiento, Barcelona, Gedisa, 1999: ―Las actitudes cambiantes frente a los textos, es decir, los nuevos modos de lectura, permitieron un notable contraste entre lo que el texto significaba y lo que los lectores tradicionalmente habían pensado que significaba. La escritura creó un ―texto‖ original, fijo y objetivo con un significado literal supuesto –un significado que se consideraba determinable mediante métodos sistemáticos y eruditos-, respecto del cual las interpretaciones más imaginativas y desviadas podían ser reconocidas y excluidas. .Sobre todo a partir de la invención de la imprenta, la capacidad de leer puso ese testo en manos de miles de personas que podían ver por sí mismas lo que en él se decía. Siguiendo un texto, los lectores podías ser ―testigos virtuales‖ de la verdad de la interpretación ofrecida por el sacerdote o el maestro‖ [p. 80] 1221 CHARTIER, Roger, ―El príncipe, la biblioteca y la dedicatoria en los siglos XVI y XVIII‖ en Historiografía francesa. Corrientes temáticas y metodológicas recientes, [presentado por Hira de Gortari y Guillermo Zermeño], México, Centro francés de estudios mexicanos y centroamericanos, CIESAS, UNAM-IIH, Instituto Mora, UIA, 1997, pp. 51-75 . 1222 CHARTIER, Roger, El mundo como representación. Estudios sobre historia cultural , Barcelona, Gedisa, 1999, p. VI. 1223 David. R. Olson, Op. Cit ., p. 39 1224 Herejía: del griego, hairesis, que significa ―elección propia‖. 1225 Desde el título Alamín advierte que su obra ―preserva contra los errores de Molinos‖. Miguel de Molinos [1628-1696] fue un sacerdote católico y místico español famoso por su doctrina denominada ―quietismo‖ condenado por el Santo Oficio. Su obra más importante es la Guía espiritual publicada en 1675. No ahondaré en el tema pues el movimiento molinista está muy bien estudiado sobre todo por los teólogos españoles.

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