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Enciclopedia del Trabajo Historiográfico Iberoamericano Tomo I Editorial Sagitario 357 cuando las cosas que se buscan, retienen o desean son ―no solo para sustento de si, sino para la superfluidad, o vanidad, esto es vicioso, y malo, porque ay excesso, y no corresponde al fin‖. 1212 Así las cosas, el autor hace un recuento de las ―propiedades o efectos de la avaricia‖ 1213 y de los daños espirituales que produce este amor desordenado de bienes pues, inspirándose en los escritos tomistas, afirma que ‖el avariento en todas las tentaciones de la codicia dá de ojos, porque si le tienta el diablo, que hurte, que engañe, que jure falso, que haga trampas, que dexe la Missa, que entre en tratos peligrosos, por pequeña ganancia cae en estas tentaciones, y por esso con facilidad vende su alma al demonio‖. 1214 Sin embargo, la línea que deseo seguir en este apartado no es el pecado de la avaricia per se y sus características sino el análisis de la forma en que ésta no sólo trastoca a la gente común sino que también ―se halla en los religiosos.‖ 1215 Pero, ¿de qué manera un capuchino que se dice de la mayor observancia en la pobreza puede ser persuadido por Satán mediante la avaricia? El fraile avaricioso quiere ser pobre, pero que nada le falte; no desea padecer penuria alguna, ni falta de cosas que convengan a su estado; ―en el habito, y en el nombre quieren ser tenidos por pobres; pero no sufren que les falte algo como ricos‖. 1216 Hasta aquí nada fuera de lo convencional para responder a la cuestión planteada, sin embargo, el encabezado de este apartado es más que elocuente: los libros son otros medios, los más fuertes, por los que Satán siembra la avaricia entre los religiosos. ―Desear o apetecer muchos libros, con pretexto de saber uno sus obligaciones‖ 1217 es una falacia con la que el demonio procura la perdición de los religiosos capuchinos desde sus antecedentes medievales, vale la pena leer lo que refiere Alamín sobre el asunto: Mi S. P. Francisco, Coronica [sic], I. part. lib. 2 cap. 24, confessó que avia sido tentado de tener libros; hizo oracion y conoció, que no le convenian, y a un Novicio que le pedia licencia para tener un Psalterio, no quiso concederla, diciendo: Que teniendo un libro, luego desearia otros para aprender. Y por último añadió: Qualquiera que quisiere ser Frayle Menor, no debe tener mas que el habito, cuerda, y paños menores [...] Cierto es, que sino se mortifica este afecto de libros, poco a poco se halla una cargado de ellos. Y no basta decir, que son de la Comunidad si ay mas de los necesarios. Lo 1. porque se buscan con ansia, y apetito. Lo 2. porque los superfluos solo sirven de autoridad, pues muchos no los miran, ni estudian en ellos, y otros rara vez los abren; luego son superfluos. Lo 3. porque si siente, y repugna el dar alguno, o prestarlo, es señal de que se le apropia como suyo, y que a esso esta pegado el afecto. Para vencer a esta tentación no ha de tener uno libro alguno superfluo, sino los precisos, y necesarios, queriendo en esto conservar el estado pobre. El Padre Diego Lainez, General de la Compañía de Jesús fue varon tan ilustre, que asistiendo como Theologo en el Concilio de Trento, dixo: Que no alegaria en confirmación de su sentir Padre, ni Doctor alguno, que no le huviesse leido todo, desde el principio, hasta el fin de sus obras; y fueron casi 36 los Padres, que citó, y entre ellos el Abulense [...] De este varon, pues, de tan gran sabiduría, que admiró al Concilio, refiere Cornelio Alapide [...] no tenía en la celda mas de un libro, este leía desde el principio hasta el fin, y leído aquel llevaba otro. 1218 El libro pues es uno de los objetos más codiciados por los frailes porque seduce provocando un apetito desmedido por su posesión aunque, como Alamín lo aclara, ni siquiera sean leídos. El meollo del asunto es pues esta seducción del libro.Para la época en la que nos encontramos, la escritura es el medio de 1212 Ídem. 1213 Ibíd., pp. 312-214. Es interesante la manera en que el capuchino refiere estas propiedades o efectos porque además del ―deseo desordenado‖ de hacienda y lujos, también condena la planeación del avariento cuando ―piensa continuamente como adquirirá, como augmentará [sic] el dinero[...] Como ganaré más?‖ pues por estos pensamientos y deseos ―la avaricia haze trabajar de día, y de noche para aumentar la hazienda‖ lo que conduce a la pérdida del alma buena pues con tanto trabajo se olvida de Dios. En otro apartado hace énfasis en la avaricia de los pobres porque ―desean ser ricos‖ y no se contentan ―con la pobreza que Dios le[s] ha dado[...] para su salvacion‖. Estas ideas reflejan el conservadurismo de la sociedad barroca tanto en la resistencia a integrarse en el modo de producción que está naciendo, el capitalismo, y en la insistencia de conservar los estratos sociales sin la posibilidad de ―salir de pobre‖. Más adelante el fraile desarrolla otra idea fundamental para la conservación de las jerarquías sociales establecidas pues escribe sobre la utilización del pobre por el rico para salvar su alma pues ―el pobre es como un campo, que ofreze Dios al rico, para que sembrando poco, consiga una riquísima cosecha de un tesoro en el cielo‖ [p. 323] 1214 Ibíd. , p. 315 1215 Ibíd. , p. 327 1216 Ibíd. , p. 327 1217 Ibíd. , p. 330 1218 Ídem.

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