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Academia Mexicana de Literatura Moderna - Sociedad Académica de Historiadores Editorial Sagitario 356 arrojado en el infierno; pero despues con la costumbre, haze gala de pecar, y no teme a Dios [...] Cogele la muerte descuidado, con esto por estos grados viene a condenarse‖ 1205 Así se entiende que la soberbia, para nuestro fraile, sea ―la madre de todos los vicios‖ 1206 porque en el último de sus grados se pierde el ―temor de Dios‖ y se da rienda suelta a todo tipo de desenfrenos sin que se experimente remordimiento, culpa y miedo que son las bases con las que la Iglesia Católica ha movido a sus feligreses durante toda su historia. Además, es el peor de los vicios porque el demonio no sólo ya persuade sino que penetra en el alma del feligrés y lo convierte prácticamente en un demonio más para que la especie se reproduzca y prolifere por todo el mundo. El hombre al volverse un ―apóstata‖ se convierte en adversario de Dios, en un Satán pues los primeros que entraron en el infierno ―fueron Lucifer, y sus sequazes, no por pecado de deshonestidad, ni hurto, sino por sobervia.‖ 1207 Llama la atención que la ―curiosidad‖, la ―singularidad‖ y ―el conocimiento‖ sean grados de la soberbia pues durante el Barroco, pareciera que lo singular, lo curioso y aquello que da vistazos al conocimiento del hombre [como en el caso de los libros sobre la melancolía] es lo que atrae a las masas. Sin embargo podemos entender estos aspectos del vicio pecaminoso si seguimos a Maravall cuando explica que la novedad barroca siempre estuvo al servicio del consevadurismo, es decir, que estuvo planeada como distracción a las masas para que los gobiernos y las monarquías absolutas pudieran apretar más la represión de modo tal que, mientras en el arte y las letras la gente experimentaba una catarsis, en los planos económicos, políticos y religiosos la cultura barroca rechaza todo tipo de novedad. En este sentido, Gabriel del Corral, un escritor español del siglo XVII escribía ―toda novedad es peligrosa‖. 1208 De ahí que, a diferencia de la exaltación por la novedad que llenó los ánimos renacentistas, en el Barroco ―antes de que el siglo XVI termine, nos encontramos con que un absolutismo monárquico, informador de todo el régimen político, se levanta para cerrar el paso a los cambios sociales y políticos y mantener enérgicamente los cuadros estamentales de la sociedad [...] Había que mantener, con el mayor rigor posible, el sistema de estamentos, cuya ordenada estratificación garantizaba la defensa de la sociedad tradicionalmente organizada.‖ 1209 Sobre esta línea conservadora es posible comprender pues las palabras del autor arriba citado: Someter a los hijos [durante el Barroco] a una disciplina de estudio no es vía para que suban a más, sino modo de apartarlos de los focos que siembran desorden, y frente a los cuales el poder trata de jugar con recursos de violencia o de configuración cultural, según los casos, que logren vences su resistencia a la integración.[...] La aceptación del sistema de sumisión a las dificultades de cambio de jerarquía en la sociedad, conforme el orden estamental lo exige, se sublima como un valor moral de la más elevada estimación. ―Tanto será uno más ruin, cuanto en las obras se apartare más de su estado y obligación, que el día de hoy tan poco se advierte‖, sostiene Luque Fajardo, y sus palabras pretender decir que la única manera de merecer un alto aprecio es atenerse a los deberes del propio e invariable estado. 1210 Así pues, el soberbio es aquel que pretende cambiar las jerarquías, que persigue el conocimiento por medio de la curiosidad, el que actúa fuera de los cánones establecidos, el rebelde.... en definitiva, como lo apunta Alamín, es el demonio mismo. d) En la posesión y la lectura de devoción El demonio se entromete en el uso virtuoso de los libros santos mediante un vicio: la avaricia que, como se mencionó antes, ―es un demasiado afecto a lo temporal‖ en donde se consigue y se conserva el objeto material ―con un desordenado amor‖ que ciega al individuo y lo lleva incluso a obrar en contra de Dios o del prójimo. 1211 Nuestro fraile sustenta la definición de dicho vicio en las cuestiones que desarrolló Tomás de Aquino y en los escritos de San Antonio. Éste último además propone, según Alamín, que la avaricia comienza 1205 Ídem. 1206 Ibíd., p. 403 1207 Ibíd. , p. 404 1208 Citado por J. A. Maravall, Op. Cit., p. 271 1209 Ibíd. , p. 275 1210 Ibíd. , pp. 278-279 1211 F. de Alamín, Op. Cit ., p. 311
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