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Academia Mexicana de Literatura Moderna - Sociedad Académica de Historiadores Editorial Sagitario 348 Cuando vosotros oísteis la voz que salía de las tinieblas, mientras la montaña ardía en fuego, os acercasteis a mí todo vosotros, jefes de tribu y ancianos, y dijisteis: ―Mira, Yahveh nuestro Dios no ha mostrado su gloria y su grandeza y hemos oído su voz de en medio del fuego. Hemos visto en este día que puede Dios hablar al hombre y seguir éste con vida. Pero ahora, ¿por qué hemos de morir? –porque este fuego nos va a devorar-; si seguimos oyendo la voz de Yahveh nuestro Dios, moriremos. Pues, ¿qué hombre ha oído como nosotros la voz del Dios vivo hablando de en medio del fuego, y ha sobrevivido? 1139 Acércate tú a oír todo lo que diga Yahveh nuestro Dios, y luego nos dirás todo lo que Yahveh nuestro Dios haya dicho; nosotros lo escucharemos y lo pondremos en práctica‖ Yahveh oyó vuestras palabras y me dijo: ―He oído las palabras de este pueblo, lo que te han dicho; está bien todo lo que han dicho. ¿Ojalá fuera siempre así su corazón para temerme y guardar todos mis mandamientos y de esta forma ser eternamente felices, ellos y sus hijos [...] [Deuteronomio 5, 23-30] De aquí se entiende que la ira virtuosa tenga relación con el ―temor de Dios‖, con el espanto de llegar a verlo y morir quizá por no haber defendido su honra y vengar las blasfemias cometidas hacia él. Así, la ira virtuosa tiene como base el miedo de la incapacidad humana para enfrentarse con el Ser Supremo. Pero es en la ira viciosa en donde nuestro querido opositor de Dios entra en escena. El iracundo vicioso ―castiga no segun la ley divina, sino segun su passion ciega, como si no huviesse Dios, que fuesse justo juez‖. 1140 El demonio pues se encarga de poner en marcha esa ―pasión ciega‖ para que el iracundo haga justicia por su propia mano y olvide quién es el Juez Supremo. Así el demonio persuade con la impaciencia, con la intolerancia propia de ―niños u mujeres que con muy pequeños motivos se les sube la ira al rostro, y a la boca [y] que cosas muy leves les ponen fuera de los limites de la razon; y si alguno les contradize se alteran mucho [y] manifiestan que son necios.‖ 1141 Claro está que la intolerancia es maligna porque pone de manifiesto las contradicciones de las congregaciones religiosas observantes como la capuchina que se rige supuestamente por la ―bondad divina‖ y en pos de la estricta observancia el prelado tiene la ―virtud‖ de ―enmendar los pecados de sus súbditos‖ con castigos desbordantes de ira pues Alamín escribe que la ira de los Prelados y de los padres de familia es virtuosa, mientras que la de los hijos y los súbditos es viciosa. 1142 La ira mala, influida por los ángeles caídos que odian a Dios, se manifiesta también en ―la hinchazon del entendimiento, es considerar uno, que es grande su reputacion, y juzgar que por esto se le ha hecho grande injuria, pues se le quita injustamente lo que se le debe, y por esto el animo se llena de amargura, y sentimiento, o quexas contra el otro‖. 1143 Recordemos que Alamín aboga por la cultura de la tolerancia al sufrimiento y a las injurias porque son medios que envía Dios para la purgación del alma. Así, en ese discurso no cabe la reclamación ni el cuestionamiento porque, y para entenderlo más a nuestro estilo, ―el fin justifica los medios‖. Aquel que siente violado su entendimiento por las injusticias cometidas seguramente cae en el vicio satanizado de la ira en el grado llamado ―indignación‖ pues ―estos llevados de la indignacion, y furor se apartan de sus hermanos; les niegan el habla, y si los otros les saludan, no responden sino con el rostro torcido‖ 1144 cuya manifestación más exacerbada es el ―clamor‖, la gritería en donde ―estando el animo perturbado prorrumpe en clamores, y descompasados gritos, pues de la impaciencia, e indignacion nazen los clamores, y palabras afrentosas.‖ 1145 Este retrato del iracundo vicioso es retocado con la ―contumelia‖: ―una voluntad de vengarse diciendo a uno en su presencia palabras afrentosas, o oprobios, queriendole quitar el honor por este medio‖ 1146 que obviamente llegará hasta la riña, las maldiciones y el escándalo de lo que nos ocuparemos después. 1139 Esta cuestión es comprensible si se revisa la tradición hebrea de la Cabalá donde existe el relato de ―Los cuatro sabios‖ que entraron al perdes o pardes [un tipo de paraíso] mediante la contemplación y el éxtasis. Sin embargo, tres de no lo lograron: Simón b. Azzi ―vio y murió‖; Ben Zoma ―vio y fue herido‖; Elisha b. Avuyá terminó renunciando al judaísmo rabínico por su mala experiencia y sólo Rabí Akiva, representante central del misticismo rabínico, ―ascendió en paz y descendió en paz‖. Véase: NÚÑEZ Nava, Manuel , Cabalá, México, CONACULTA, 2004. 1140 F. de Alamín, Op. Cit ., idem. 1141 Idem. 1142 Ídem. 1143 Ibíd., pp. 333-334. 1144 Ibíd., pp. 334-335 1145 Ídem. 1146 Ibíd., p. 335

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