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Enciclopedia del Trabajo Historiográfico Iberoamericano Tomo I Editorial Sagitario 347 La ira la define como ―ira virtuosa‖ o ―ira viciosa‖ siendo la primera ―ira por los pecados agenos [que] es apetito de la vengan a por la honra de Dios‖, 1131 mientras que la segunda es ―la ira mala [que es] un deseo de castigar, o dar alguna pena a quien le ha provocado como castigo por la culpa, injuria, o daño, que le ha hecho [pues] el iracundo a sí se haze juez, y castigador de su proximo‖. 1132 La avaricia ―es un demasiado afecto a lo temporal, y para conseguirlo, o conservarlo se halla con demasiado amor, o se esta gozando, o deleitando en los bienes; porque aunque no quite a otro lo que es suyo, esto es desordenado amor, y afecto, y es vicioso‖. 1133 La vanagloria, que unos la proponen como pecado capital y otros ―por hija principal de la sobervia‖ – aclara el fraile-, ―es apetito desordenado de estimacion, abalan a, o honra mundana‖ y tiene siete hijas: la presunción de novedades, la perseverancia, la verguen a de lo bueno, la hipocresía, la jactancia, la indignación y la discordia. 1134 Mientras, la soberbia es definida por las especies de soberbia interior y de soberbia exterior en las que perfectamente caben las acotaciones que el autor hace sobre la vanagloria. Finalmente, sobre la lujuria, el autor no se molesta en definirla sino en personificarla: es la mujer pues de acuerdo con Salomón, nuestro fraile escribe que ―la muger era mas amarga que la muerte‖ 1135 Para efectos de este análisis me centraré en tres de los vicios que, desde mi punto de vista, son más representativos de los tres ángulos que nos ocupan ahora, es decir, el demonio, la persuasión y la psique humana. Los vicios seleccionados son la ira, la lujuria y la soberbia. La ira es la pasión del alma que mueve a indignación, enojo y deseo de venganza, es el movimiento violento de acciones no meditadas. La ira es la explosión de los impulsos, el desbordamiento de los límites del ser. Sin embargo, para nuestro fraile existe la ira virtuosa y la ira viciosa. La ira virtuosa es la ira del mismo Dios o la de sus siervos que con un ―apetito de vengan a por la honra de Dios, y observancia de su ley, y enmienda de los pecados‖ 1136 se justifica y se aplica de las maneras más atroces e intolerantes llenando las páginas de la historiografía judeo-cristiana. La ira viciosa o ―ira mala‖ es, en cambio, la pasión exaltada de la defensa propia hacia injurias, culpas, daños y abusos del otro en contra del feligrés y así, Alamín pide que no se dé rienda suelta a la ira mala sino a la buena, que se toleren con paciencia los abusos porque es el medio de purgación para los pecados y que se defienda ―a capa y espada‖ la honra de Dios con ira impetuosa y aniquiladora. 1137 Pero ¿cómo es eso de la ira virtuosa de Dios que ―por amor‖ es capaz de matar? ¿No es el Diablo el asesino intelectual e incluso material de los cuerpos y las almas? Para entender esta contradicción es necesario escribir sobre el ―temor de Dios‖. El fraile fundamenta la importancia del conocimiento de los vicios en el ―temor de Dios‖ y no en el ―temor a Dios‖. A Dios no se le teme porque es eternamente bondadoso, se teme de Él y de las consecuencias que pueda tener el hombre al enfrentarlo cara a cara. La diferencia entre estos dos conceptos es básica para entender cómo es que existe la ira virtuosa de Dios y por qué este Dios posee una característica tan demoniaca como lo es la ira. El ―temor de Dios‖ es el temblor, el pavor, el miedo a la muerte del ser humano a ver con sus propios ojos a esta divinidad; es ―la apertura sin restricciones a lo / El innombrable, a lo más allá y más acá de la experiencia humanamente tramitable. Lo / El que es y se impone‖ 1138 como lo explican los pasajes del Éxodo y del Deuteronomio. En el primero se cuenta la liberación del pueblo de Israel bajo el yugo egipcio por iniciativa de Moisés, quien después se entrevista con Dios para establecer una alianza entre dicho pueblo y Yahveh por medio de los diez mandamientos, sin embargo, Todo el pueblo percibía los truenos y relámpagos, el sonido de la trompeta y el monte humeante, y temblando de miedo se mantenían a distancia. Dijeron a Moisés. ―habla tú con nosotros, que podemos entenderte, pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos‖. Respondió Moisés al pueblo: ―No temáis, pues Dios ha venido para poneros a prueba, para que su temor esté ante vuestros ojos, y no pequeís‖ Y el pueblo se mantuvo a distancia, mientras Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba Dios. [Éxodo, 20, 18-21] Y en el Deuteronomio que apunta sobre el mismo acontecimiento se lee: 1131 Ibíd ., p. 333 1132 Idem. 1133 Ibíd., p. 311 1134 Ibíd., p. 380-383 1135 Ibíd., p. 298 1136 Ibíd., p. 333 1137 Idem. 1138 BLANCO Beledo, Ricardo, ―Antropología judeocristiana, psicoanálisis y miedo‖ en Los dominios del miedo , Isabel Jáidar Matalobos [compiladora], México, UAM, 2002, pp. 44-45.

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