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Enciclopedia del Trabajo Historiográfico Iberoamericano Tomo I Editorial Sagitario 315 Parece ser que el verdadero motivo de la condena a la doctrina de Molinos se debe más a un enfrentamiento político que a herejías bien comprobadas por la Santa Inquisición en 1678. Con su texto Miguel de Molinos, como parte de la comunidad jesuita, estaba llevando al máximo la espiritualidad pregonada por San Ignacio de Loyola y con esto ganaba admiraciones entre los teólogos de Roma. Sin embargo, para el siglo XVII los jesuitas estaban en contra del misticismo, la espiritualidad contemplativa y la doctrina de la nada debido a sus ambiciones más pragmáticas en el mundo religioso. Para esta época era ya conocido el enfrentamiento entre carmelitas y jesuitas por el mismo motivo. 983 Sin embargo, la obra de Molinos siguió circulando por Europa, con un pequeño ―silencio‖ durante el siglo XVIII, incluso hasta el siglo XX. 984 Así las cosas, el misticismo tan aplaudido durante el Siglo de Oro dio como consecuencia la generación de movimientos religiosos tanto novedosos como calificados de heréticos para los fines pragmáticos de la Iglesia y el resultado final fue que, por temor a caer en estas herejías, muchos escritores apasionados con los temas de la meditación y la contemplación dejaron de escribir al respecto puesto que algunos que de ninguna manera simpatizaron con estas ―sectas místicas‖ fueron acusados por el Santo Oficio por el simple hecho de tratar estos temas. En este sentido, Maravall apunta que A pesar de los mecanismos de represión montados –condenas de tribunales de la Inquisición, muertes en la aplicación de tormento o ejecuciones civiles de orden real, sin proceso, etc.-, no pudo evitarse que la pasión por lo desconocido, por lo nuevo, por lo extraordinario, y, finalmente, por su corrupción en lo extravagante, llevara a tales extremos, fuera ya de los límites permitidos; límites que místicos y herejes, por un lado –recuérdese a Miguel de Molinos- y, por otro, rebeldes contra la autoridad política –tal el caso de los movimientos de revuelta y de amenazador separatismo en Andalucía, como ya sabemos, rompieron también más de una vez. 985 Es así como durante el siglo XVII, la Iglesia se vio en la necesidad de afianzar los ―móviles de la recompensa y el temor‖ que desde la Edad Media se habían impuesto 986 . Ahora, en un ambiente de incertidumbre máximo, era necesario recrudecer el infierno y que el demonio, personaje principal de este espacio, actuara además de la manera ficticia medieval en presencias y apariciones, en todo el corpus de redes psicológicas que los Estados y la Iglesia utilizarían para dirigir a una cultura de masas. Sobre la cultura libresca y los novatores La sociedad europea, y para el caso que se estudia, la sociedad española es una sociedad ―dedicada casi obsesivamente a la palabra escrita‖ 987 a pesar de que la imprenta en España desde el siglo XV tuvo orígenes que hasta ahora no han sido bien aclarados pues, al parecer, los impresores y sus firmas, viajaban de una provincia a otra sin dejar grandes rastros de importantes obras publicadas. Los talleres de impresión estuvieron a cargo del mecenazgo propio de la época, lo que no permitió un desarrollo continuo y sincrónico en Barcelona, Zaragoza, Sevilla, Granada, Toledo, Salamanca, Pamplona, Burgos, Murcia, Gerona y Madrid. En esta última ciudad, la imprenta no ocupó un lugar importante sino hasta 1566 puesto que los impresores de la zona eran principalmente alemanes hasta que impresores españoles comenzaron a emplear un estilo propio de la Península Ibérica para diferenciar sus obras de los libros de otros países europeos. A pesar de que, a partir de esta mitad del siglo XVI se comenzó a popularizar la impresión de literatura anteriormente manuscrita, casi la mitad de los libros impresos tenían un carácter religioso: biblias, obras teológicas, tratados, devocionarios, etc. 988 Es durante los siglos XVI y XVII cuando se puede hablar de una ―industria editorial‖ en España que paradójicamente durante el gobierno de los Austrias tuvo su centro editorial en Madrid donde, a pesar de la crisis económica, se produjeron centenares de obras ―muy bien impresas, en buen papel, que sorprenden a los que creen que la pésima calidad es algo ineludible‖. 989 Las librerías del siglo XVII cumplían también con esta industria editorial pues ponían a disposición de los lectores los libros españoles y extranjeros que necesitaban pues la importación de libros era un negocio redondo y la producción nacional casi se volvió exclusiva para 983 Idem. 984 Idem; Tellechea, José Ignacio, ―Molinos y el quietismo español‖ en Historia de la Iglesia en España. Tomo IV: La iglesia en la España de los siglos XVII y XVIII , Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1979, pp. 475-521 985 J. A. Maravall, Op. Cit ., p. 465 986 BÜHLER, Johannes, Vida y cultura en la Edad Media , México, FCE, 1996, pp. 62-67 987 J. H. Elliott, Op. Cit ., 1990, p. 289 988 CLAIR, Colin, Historia de la imprenta en Europa , Madrid, Ollero & Ramos Editores, 1998, pp. 113-167 989 MOLL Roqueta, Jaime, ―El impresor y el librero en el Siglo de Oro‖ en Mundo del libro antiguo , Madrid, Editorial Complutense, 1996, p. 29

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