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Enciclopedia del Trabajo Historiográfico Iberoamericano Tomo I Editorial Sagitario 313 Surgió el miedo al Apocalipsis, al fin de los tiempos, al juicio final y, obviamente se recrudeció la idea de un Satanás monstruoso que copulaba con brujas, que poseía los cuerpos y las cosas, que aparecía en las casas y los caminos. La llamada ―modernidad‖ inicia con las creencias apocalípticas y demoniacas más crudas que en ninguna otra época; ni siquiera en el supuesto ―oscurantismo medieval‖. A mayor miedo, mayor diversidad de remedios. En primer lugar, el Tribunal de la Santa Inquisición en España, se dio a la tarea de perseguir a los ―falsos conversos‖, los moriscos, como medio para derrotar a ese ―enemigo de Dios‖. Con la prodigiosa acción inquisidora, los españoles comenzaron a buscar y encontrar brujas que hacían pacto con el diablo (principalmente en Navarra y Zaragoza), a enjuiciar endemoniados, a perseguir la mínima muestra de comportamientos heréticos, a expurgar libros no convenientes a su estado. En segundo lugar, y ligado con la masificación de los discursos antes expuesta, desde el siglo XVI y hasta el siglo XVIII se vive en un ambiente de propaganda de ―los últimos tiempos‖ a partir de la fundación de órdenes mendicantes que se desplazan de ciudad en ciudad con sermones persuasivos sobre el Juicio Final. El teatro, en tercer lugar, difundió el temor al Anticristo y al Juicio con escalofriantes imágenes donde el personaje principal era el malvado Satán. En cuarto lugar, la imprenta y el grabado difundieron por toda Europa libros astrológicos sobre predicciones alarmistas del fin del mundo, reediciones del Arte de bien vivir y de bien morir con imágenes que ilustraran la cercanía del fin y la necesidad del ―bien morir‖. 975 Dentro de este ambiente de pavor, España vio nacer durante los siglos XVI, XVII y XVIII muchísimas reformas en las órdenes mendicantes –como es el caso de los Franciscanos que en otro capítulo abordaré-, tratados apocalípticos, comentarios a la Biblia y movimientos religiosos bien complejos y fascinantes como el de los alumbrados, los quietistas y los místicos. Los dos primeros movimientos fueron satanizados, mientras que el último dio a la producción literaria barroca algunos de sus principales exponentes. España, en el caso particular que se estudia, daba pues un diagnóstico positivo a esta etapa mileniarista: la decadencia política, los herejes pululando por todas partes, sectas ―raras‖ y el castigo de Dios con el envió de carestía, pestes y muerte. Así, la cultura del Barroco también presentó sus excentricidades en lo conveniente a la Iglesia. El movimiento místico de la España del Siglo de Oro fue una respuesta al clima de tensiones que se vivía en el momento. No sólo hubo místicos españoles, también los hubo alemanes, ingleses y franceses. Sin embargo, el misticismo español tiene características especiales que le dieron ―fama internacional‖ aún en nuestros días. El misticismo, entendido como un conocimiento inmediato y directo de Dios por experiencias religiosas individuales, comenzó para la mitología católica desde la conversión de San Pablo, quizá, y así tenemos místicos históricos como San Bernardo de Claraval, San Francisco de Asís, San Buenaventura, entre muchísimos más. En España, el misticismo jugó un papel fundamental desde los siglos de la presencia árabe en España pues significó la reproducción del ideal de la Reconquista. En 1492, cuando los cristianos empujados al norte de la ―Hispania‖ lograron derrotar el último bastión árabe y con los descubrimientos territoriales de la época, parecía pues que era el momento de la realización final de ―la gran España para la Cruz‖. Así, ―la gran época del misticismo español empezó, de manera sorprendente, súbitamente en los primeros años del siglo XVI, que es la época preeminente de las conquistas, prosperidad y genio español‖ 976 en donde los hombres y mujeres entregados a Dios tenían el sentimiento de este contacto directo con Él. Los místicos españoles por excelencia han sido Luis de Granada, Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Sin embargo, estos grandes personajes tuvieron predecesores importantes como Hernando de Talavera [nacido en 1428], Alejo de Venegas [ Agonía del tránsito de la muerte , 1537], Alonso de Orozco [ Monte de contemplación ], Francisco de Osuna [fuente indispensable en el pensamiento de Santa Teresa con su Tercer Abecedario Espiritual ], Bernardino de Laredo [ Subida al Monte Sión ], San Pedro de Alcántara [ Tratado de la oración y meditación , libro especialmente para el pueblo] y Juan de Ávila [ Epistolario Espiritual ], entre otros. 977 Así pues, la producción libresca de los grandes místicos españoles como el Memorial de la Vida Cristiana de Fray Luis de Granada, Las Moradas de Santa Teresa y la extensa literatura poética de San Juan de la Cruz, culminan un proyecto con gran esplendor que venía gestándose desde los tiempos de la Reconquista como símbolo de un ciclo nuevo de la comunicación de Dios con su Imperio católico español. Pero dentro de este ambiente místico que llegó a su climax en una España ―de hierro‖ con ―pies de barro‖, surgieron ―sectas místicas‖, como las llama Menéndez Pelayo, que fueron perseguidas por la Iglesia por representar un peligro en el relajamiento moral de su feligresía, ya bastante golpeada por los 975 DELUMEAU, Jean, El miedo en Occidente (siglos XIV-XVIII). Una ciudad sitiada, Madrid, Taurus, 2002, pp. 307-328 976 PEERS, E., Allison, El misticismo español, Buenos Aires, Espasa-Calipe Argentina, 1947, p. 17 977 Ibíd., pp. 21-31
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