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99 PUNTO 11 A la justicia después tienes que dar cuenta de todas tus palabras, de todos tus pensamientos, y de todas las malas obras que has cometido, y que habrás sido causa de que otros cometan. No valdrá decir en tu disculpa: he leído en tal libro, he visto hacerlo, cret se po– día, he visto que otros tombién lo han hecho ast. Porque se te pondrá delante el Evangelio, fa Regla de san Francisco, las Constituciones de la Orden, y en cotlfrontación de estos libros que no pueden ser más claros, serás juzgado. ¡Oh, qué será entonces de ti cuando veas de una parte tantos y tantos pecados, que habrás cometido en todo el tiempo de tu vida, y de la otra una penitencia tan defectuosa! ¿Te parece acaso que solamente han de juzgarse las culpas graves? El Evangelio te asegura que tienes de dar cuenta, aun de toda palabra ociosa que sal– drá de tu boca. Será examinada cualquiera mirada, cualquier pensamiento, por momentáneo y ligero que haya sido. Set án examinadas no solamente las obras pecaminosas, sino también las más santas: los Sa· cramentos, los ayunos, etc.; y qué obra buena es aque– lla que tú hayas hecho, con todas las circunstancias debidas y condiciones para que fuese buena de veras. Cuida de prevenir ahora la severidad de este exa– men, y de este juicio, examinándote más cuidadosa y diligentemente, juzgándote con menos indulgencia que hasta aquí. Determina velar con más atención sobre todos tus pasos y ocupaciones,· y hacer más frecuentes los actos de contrición. Humíllate con ruegos ante el
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