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91 tú para ti mismo; y la caridad te obliga a que no hagas esto con los otros. La caridad encomendada por Cristo en su nuevo pre– cepto, es de amar a nuestros prójimos como nos amó el mismo Hijo de Dios. Os doy un mandamiento nuevo: Que os améis mutuamente como yo os he amado (1). Y siendo el amor de Cristo dirigido prin– cipalmente al bien de las almas, examínate lo segundo, qué haces tú por las almas de tus prójimos. Si ruegas por ellos... Principalmente por los pecadores, que ten– gan la gracia de convertirse... Y por las pobres almas del Purgatorio, acordándote de sufragarlas... Si prac– ticas las obras de misericordia, instruyendo los igno– rantes, consolando los afligidos, compadeciendo los flacos, queriendo bien a los pobres, visitando los enfer– mos. Las enfermedades de los Religiosos ordinariamente se las envía Dios para ejercitarlos en ta virtud. Y cuando los visitas estando enfermos, mira si cooperas a los designios de Dios, exhortándolos a la resignación y paciencia; o si por el contrario los distraes y divier– tes con charlas inútiles. Sobre todo, examinarás lo tercero, si das mal ejemplo o escándalo a alguna alma, apartándola del bien, o incitándola al mal con máximas perversas, consejos inicuos, y mucho más con obras indignas... Dios te pedirá de esto estrechísima cuenta: y si conoces haber inducido alguna alma desde que estabas en el mundo a cometer un solo pecado mortal, sabe que estás obligado a encomendar a Dios a aquella alma por todo el tiempo (1) Mandatiim novitm do vobis: Ut diligatis invicem., sicitt dilexi vos, (Joann. 13-34).

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