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89 obligación de caminar a la perfección, porque es muy fácil que se falte en este punto... ¿Y si faltan los fer– vorosps, qué será de los tibios? (1 ). EXAMEN PR;AJCTICO Se ,conti,núa sobre la caridad del prójimo. La verdadera, la gran regla de la caridad fraterna consiste, en que nosotros hagamos con los 'demás aquello mismo que quisiéramos que ellos hiciesen con nosotros. Así lo enseña aun la misma naturaleza. Si hacemos esto solamente por motivos naturales, nuestra virtud no será sino pagana; pero si lo hacemos por amor de Dios, y universalmente con todos, entonces (1) A fin de evitar equívocos, que a nada bueno condu– cen, y confusiones siempre funestas en materia tan delicada, bueno será recordar que todo lo referente a la obl_igación que tiene el Religioso de aspirar a la perfección se reduce a estas dos conclusiones. Primera: Todo Religioso está gra-– vemente obligado a procurar aquella perfección que se con– tiene en toda ley de carácter gravemente obligatorio (votos, mandamientos de la ley de Dios, preceptos graves de la Iglesia y de la Regla, etc.); y ·solamente obligado sub levi a aspirar a la restante perfecciótn, es decir, a la que entrañan las cosas preceptuadas bajo pecado venial. Segunda: No consta con certezá que el precepto de aspirar a la per– fección sea un precepto especial; y por consiguiente aun cuando se faltase gravemente a esta obligación, que solo es de carácter general, no se cometería ningú1n pecado es– pecíficamente di-stinto de aquellos, cuy~ repetición constituye grave ne 6ligencia en el deber de aspirar a la perfección. Así es que nunca hay obligación verdadera, ni ad c'GIUtelam

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