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ción: esto es, procurar incesantemente agradar a Dios, extirpar nuestros vicios, y adquirir las virtudes que son propias de nuestro estado. Así lo enseñan acordes todos los teólogos y maestros de la vida espiritual. Y es la razón, que no por otra cosa hemos abandonado el mundo, y hecho pública profesión de nuestros votos, sino para trabajar a fin de conseguir la perfección, aneja a nuestro religioso instituto. Por esto hemos hecho los tres votos religiosos, que son los medios propios para llegar a la perfección: de donde habiendo hecho voto de los medios, hemos también por consecuencia hecho voto de hacer todos los esfuerzos para llegar al fin de esta perfección. A tanto nos obliga nuestro estado, de modo, que aquello que antes del compromiso de nuestros votos, era para nosotros simple consejo, y estaba en nuestro arbitrio hacerlo o dejarlo de hacer, después del tal empeño se ha. hecho de necesidad y de precepto. Por tanto, faltamos a nuestra vocación, a nuestra promesa, y vivimos en mal estado siempre que despreciamos esta perfección. Desprecia la perfección quien no la quiere, quien no la busca, quien no la estima, y quien estando lleno de imperfecciones, no hace diligencia, ni pone estudio en corregirse. Y quien así desprecia la perfección, des~ precia también la voluntad expresa de Dios, quien nos llamó a la Religión, que es un lugar y escuela de san• tidad con este expreso designio, como dice san Pablo, para que fuésemos santos (1). Desprecia también el Espíritu Santo, el cual nos envía tantas inspiraciones, (r) Elegit nos, ut essenius sancti. (Ephes. 1-4).

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