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86 PUNTO II Una sola vez se muere y si ésta se muere mal, es irreparable la falta. Tanto más que ni valdrá decir: no lo pensé. Tú pones toda la aplicación cuando se trata de ejercitar el oficio tuyo, de suerte que en todo cuanto haces deseas quedar con gran lucimiento, y no menos honra; aplícate, pues, con más razón en el servicio de Dios, y aparéjate mucho más a bien morir, que éste es tu deber y oficio principal. Ignoras por completo cuándo has de morir, si de día o de noche; si en invierno o en verano, y cómo, si será con muerte repentina, o precedida de una enfermedad. Vive, pues, cada día, como si cada día hubieses de morir. Así como el gran deseo de un cristiano ha de ser el morir como un buen cristiano; así el gran deseo de un Religioso ha de ser el morir como buen religioso. Para morir cristianamente, necesitan los seculares vivir como buenos cristianos; y para morir como buen reli– gioso es preciso que éste viva en el claustro religiosa– mente. ¡Oh júbilo! Vivir de tal manera, que en todo tiempo y en todo lugar pueda decir: yo, Señor, moriré cómo y cuándo más agradare a vuestra divina Majestad. MAXIMA Sobre aspirar a la perfecc,ión. Aunque somos religiosos, no por esto precisamente estamos obligados a ser perfectos; pero debemos, bajo pena de pecado mortal, caminar y aspirar a la perfec-
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