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85 jarme a la muerte, y habiendo elegido la Religión Capuchina, por haber juzgado que había en ella más comodidad para atender a esta preparación; ¿de dónde viene que yo atiendo tan poco, como si estuviese con– vencido de que para hacer una buena muerte me basta llevar este hábito a cuestas? ¿Crees, alma mía, que no hay Religiosos que mueren mal? En toda Religión se muere como se vive; y quien vive con tibieza y relaja– miento, muere en su tibieza de relajado. ¿Cómo es, pues, que no temes el peligro de morir mal, siendo tibia la conducta de tu vida? Aun para el religioso es difícil hacer una buena muerte. Porque morir bien, es morir después de haber heého una verdadera penitencia de los pecados, después de haberse ejercitado en las virtudes con aborreci– miento de todo vicio, con un total despego del mundo, y una perfecta conversión del corazón a Dios. Ahora bien: ¿me hallaría yo en esta disposición, si al momento hubiese de morir? No; Dios mío, si hubiese de morir ahora suplicaría y os pediría tiempo de aparejarme a la muerte. Y ¿por qué, pues, no me preparo si puede ser que la muerte esté más vecina de to que yo pienso? Vos me decís, Señor, que vele: y yo duermo. ¡Oh cuán insensato soy, cuán ciega.mente procedo! Abridme los ojos y hacedme conocer con vuestra luz la importancia de este punto, del cual depende mi todo; hacedme co– nocer la necesidad de prepararme y excitadme con vuestra gracia a no diferir por más tiempo .cosa tan necesaria e importante.

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